relatos, apuntes literarios...

viernes, 29 de junio de 2012

numerados


En el lienzo número veintidós
tiene lugar una reforma agraria
llevada a cabo,
tal vez, por los insectos invisibles.
Hay -quién sabe- buganvillas y otras hierbas
de nombre impronunciable,
hojas verdes
de un verde comestible e infantil, tiernas.
David pinta el número veintitrés:
el tronco, los troncos, la liana, las hojas, las flores;
las flores son pequeñas (y peludas, como Plateros rosa)
pero traman su largo colorido.
En el número veintidós una hoja que vuela es amarilla
o color verde desquiciado.
El pintor lleva una camiseta de rayas, marinera,
demasiado juvenil,
y su gorra blanca (dicen que característica),
pinta a lo grande, en grande, grande, no quiere poemas pequeños
de flores rosas. Hay solo un poco rosa y no en el veintidós,
ni en el número veintitrés, donde hay un rojo que da para un poema.
Aquí, el poema:

                           
                                   oda al número veintitrés

                                   Horizontal, más vertical, redondo aleatorio.
                                   Redondo en el perfil
                                   debajo de sí mismo,
                                   un deseo de liana como un cable pelado
                                   echando chispas de oro;
                                   oro es, oro entreverado en la casita del duende,
                                   metal terrestre que viene de la Tierra.
                                   Oh, cuadro vacío, vacío de la mina,
                                   pues ya se observa el brazo poderoso
                                   balanceando el pico, el hacha
                                   sobre las cabezas de la hierba,
                                   tal vez, solo tal vez, roja.



David Hockney, 'LA LLEGADA DE LA PRIMAVERA'. Óleo de 2011 formado por 32 piezas

sábado, 23 de junio de 2012

húmeda horrible


Terca, lúgubre, ¡oh, tan meritoria!
Húmeda horrible ensangrentada de charcos, nubes oscuras,
encharcada de sangre que revienta los vasos.
Líquida desnaturalizada, deshumanizada,
a bulto con la nota del piano sostenida,
Mozart que va chapoteando fuentes,
saltando ríos rítmicos.

Aquí no hay más que flores,
flores misericordiosas de religiosidad incorregible,
voces maníacas, coros miserables,
¡ah, perverso terror de los espíritus!
Tiempo cabrón que nace y rompe aguas,
que parte crismas con su rama de árbol.

Loca de colores crudos,
cruda como un muslo de pollo,
con la piel de gallina y sus meses atlánticos,
soñando ya muerta con los faros de octubre.

No insistáis, no la esperéis,
desdeñad su exhaustiva guirnalda, su vistosa cortina.
Aguardad, si acaso, la próxima celada del invierno.

jueves, 21 de junio de 2012

ningún amanecer


El poder se aprovecha de nuestra frágil memoria,
nuestra memoria selectiva
e inútil,
como si no supiéramos que nunca fue dorado ningún amanecer,
que, en verdad, el amanecer tiene un punto de sangre,
una flecha radiante y un silencio espontáneo.
Hemos olvidado la pobreza de los pies hinchados,
el hambre.
Nos cuesta acordarnos de otra enfermedad que no sea
la del odio que carcome los cuadros inmóviles,
de las enfermedades que trajeron consigo nuestra ruina.
No sabemos decir qué pueblo fue arrastrado a la barbarie,
cuál fue derribado y arrastrado por el fango,
qué pueblo fue tan deslocalizado, tan cegado por las flechas del exilio,
qué pueblos sucumbieron y cuáles fueron a caer más tarde,
dónde radica la debilidad del poderoso,
cuál es el punto débil del más fuerte,
del terror que apresa y crucifica, que tortura y sonríe,
golpea y canturrea una canción de amor, golpea
y se come una palabra con un vaso de vino.
No. Hemos olvidado el régimen
que nos hacía andar descalzos
o nos daba zapatos de madera,
que nos hacía cantar en un idioma mortífero
o nos transportaba como mercancías no perecederas.
Nos cuesta aprender de nuestros fracasos tanto como de nuestras victorias,
de nuestra sangre tanto como de la sangre del enemigo salvaje,
su bilis ponzoñosa, tan venenosa como la nuestra pero más ácida,
más caliente, calcinante, más negra, un humor caótico
diferente del que nos anima y reconforta,
distinto del beso de la madre, del abrazo del padre que reconforta y ahoga,
del beso de la madre que es un beso muerto.
El poder se nos ríe en nuestra cara de sapos,
e inflamos los mofletes para escupir una sacudida turbia,
un espasmo concreto y enfermo, sabedores de su omnipotencia y de nuestra rabia 
que se esparce y se contrae como un muelle lustroso de orfandad
terrible.

domingo, 17 de junio de 2012

por debajo


Estamos por debajo.

El taller es anacrónico, debemos aprender algo moderno,
algo saliente, algo en francés, algo en contacto,
algo que embroque, que acatarre y cruja, algo filosofal, mejor, algo insepulto.
                       
No es posible escalar por esta rampa. El genio ha decidido ponérnoslo difícil.

El taller no es bastante, hace falta un edificio de grandes dimensiones.
Una casa gigantesca con el patio y sin fuente.

Debemos intentar una forma en la onda, no retórica.

Es indispensable acabar con el teatro,
terminar con la farsa de las palabras necias, huir de la belleza que no existe.
La forma es una forma, lo importante es el alma que suda a borbotones,
el alma pegajosa que vomita y se revuelca en inmundos ectoplasmas.

Una forma característica, simpática, ni siquiera profunda.

Podemos ensayar un verso que sepa lo que dice. Que no sea tan largo como éste.
Un verso particular, en su línea,
en la secuencia principal,
juvenil,
productivo.
Es decir, un verso técnico.

Lo importante es el tema. Debemos aprender un tema nuevo.
Un tema feliz o histórico, mítico, grecolatino,
o un tema romántico de los nuevos románticos.

Ellos tienen los suyos. Sus temas son felices.
A su lado, los nuestros son cálculos vacíos.

Estamos por debajo y en alguna parte luce un sol de tormenta.

viernes, 8 de junio de 2012

comercial


Solo tengo un poema que poner a la venta,
mas pretendo obtener sustanciosos ingresos
de los sordos dolores que mi carne se inventa
y las serias fracturas que se inventan mis huesos.

Solo tengo un poema, ¡mira cómo revienta!,
míralo cómo estalla esparciendo mis sesos
por la página en blanco (una errata de imprenta)
y las más variopintas páginas de sucesos.

Es un bello poema de factura impecable,
una entrega plausible de metáfora fuerte
que comparte fineza con las bromas macabras.

Si lo lees en alto, si le dejas que hable,
con astuta elocuencia tratará de ponerte
en el punto de mira de tus propias palabras.

martes, 5 de junio de 2012

descabellada


La catástrofe llegó por accidente.
Un virus terminator finiquitó la maraña de sentimientos
y acabó con los últimos artistas.

Las madres presenciaron el escándalo
y vieron crecer los dientes de sus hijos pequeños,
les vieron ponerse gabardinas largas y celebrar la barba de tres días.

El bosque, venido a menos, recordó el esplendor de la hierba.
Las máquinas dejaron de capitalizar la atención.
La luz fue reculando hacia los ojos de los pájaros.

Hubo siniestros en fábricas y cuarteles,
laboratorios que cerraron puertas y ventanas,
casas blancas que echaron a volar.

Cerca del centro, las sirenas ofuscaron su espíritu lírico
y los cláxones cedieron a un silencio infantil de puro miedo.
Pasos ingrávidos por baldosas y azoteas,
sombras atareadas.

El grito a punto de palabra, forjando idioma.
Y los miles de gritos musicalizando el fenómeno,
disputándose el cetro de la fragilidad.

No se contrajo súbitamente el universo,
el mundo no se coló por el sumidero del acelerador de partículas.
La oscuridad brotó como una flor descabellada.




sábado, 2 de junio de 2012

buenos días


Tristeza, qué alegre estás,
qué alegre me caes del cielo,
qué agradable mirarte en el espejo,
con esa buena cara y esos ojos preciosos.

Vengo de la caminata, de andar tan alto,
he caminado sin poderlo evitar.
Tú me recibes -qué alegre- dentro de la casa triste.
Te miro en el espejo y veo
una fiesta chafada, un perro vagabundo, un sol de arcilla,
una muñeca rota con los ojos preciosos.