Soneto Incómodo
Harto de ser tan rico y ser tan pobre.
Harto de ser tan feo y ser tan guapo.
Harto de ser el príncipe y el sapo.
Harto de que me falte y que me sobre.
Harto de holgar y de batirme el cobre.
Harto de estar a gusto y hecho un trapo.
Harto de ser el poli en vez del capo.
Harto de que el milagro no se obre.
Harto del cielo y de que dios me guarde.
Harto de ser intrépido y cobarde.
Harto de no tener pies ni cabeza.
Harto de ser estrofa y verso suelto.
Harto de haberme ido y de haber vuelto.
Harto de la verdad y la belleza.
Lejos del céfiro y la flor de Gnido
Yo, que todo lo he dado por el arte,
lejos del céfiro y la flor de Gnido,
a la prosa me veo reducido
por puro y matemático descarte.
A mí, que llevo en alto su estandarte,
de penitencia por tocar de oído
-o sea, por comer haciendo ruido-,
me echan Las Musas de comer aparte.
Mas su desdén olímpico no frena
mi ansia de tener la tripa llena,
y me zampo su guiso tan contento,
masticando el tocino -que es en prosa
lo que en verso es la médula gloriosa-
con tal de hacer del arte mi sustento.
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