relatos, apuntes literarios...

sábado, 23 de marzo de 2013

sonetos (VII)


Atardeciendo, puede, o puede que muriendo,
quién sabe qué designio tras el ocaso impera,
cuando la luna pone su pálido remiendo
al tenebroso velo de la noche postrera.

Tal vez volando bajo, acaso descendiendo
quién sabe a qué miseria venidera,
a qué nuevo silencio de potencial tremendo,
a qué abismo completo, qué escalera.

Más que posiblemente, haciendo caso omiso
de las oscuridades y sus grados,
y de sus diferencias sutiles de voltaje.

Anocheciendo, puede, o puede, si es preciso,
que muriendo de frente, por los cuatro costados,
quién sabe con qué suerte de coraje.

--

Vino a caer el gris de las alturas,
en procesión de nubes colosales,
sobre las turbias cuencas minerales
de mis ojos, dejándolos a oscuras.

¡Qué grata vacuidad en las texturas!
¡Qué claridad de sombras espectrales!,
reducidos los amplios ventanales
a un mosaico de negras hendiduras.

Cegados al imán de la belleza,
desterrados por siempre en el vacío,
secos de luz, ajenos al deseo...

¡Cuánto favor del cielo!, ¡qué proeza
singular del celaje, qué tronío
de las brumas llegadas del Leteo!

---

Si escribo, sólo escribo para ella,
¡y con tanta metáfora inexacta...!
Mi pluma la describe, se retracta
y vuelve a concebirla, algo más bella.

Si dejo de escribir, dejo mi huella
en el silencio, nítida y compacta,
¡estela de mi verso autodidacta!,
fugaz cometa en torno de su estrella.

Porque sin ella giro en el vacío
-¡ah, su caudal de material sombrío!-
y vivo sin ventura ni esperanza.

Porque sin ella estoy con los ausentes
y escribo versos a regañadientes
en el espacio que su luz no alcanza.

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Apagada, perpetua, poderosa,
así, la soledad que me derrumba.
Ningún verso final, ninguna prosa,
ningún otro silencio así retumba.

¡En qué líneas de fuego me desglosa
e, impúdica, permite que sucumba!
(así se debe estar en una fosa,
así debe yacerse en una tumba).

Indefinidamente enmudecida
la música selecta de las cumbres,
sigilados los vientos pendulares.

¡Qué solo como en una despedida!,
entre las irredentas muchedumbres
y en medio de los círculos polares.

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Ancho me viene el día, ancho de atardeceres,
más ancho de trabajos y de complejidades,
me cae ancho de sombras para saber quién eres
-y estrecho de perfectas soledades-.

Para saber quién soy -para saber quién quieres
que sea-, anchas me vienen mentiras y verdades;
me caen anchos los días con sus aconteceres
y con la soledad que les añades.

¡Ancho como ancho el mundo en su extensión completa!
¡Amplio como amplio el cielo en su discreto espacio!
Cerrado como todos los cerrojos.

Ancha me viene al alba su familiar silueta.
Tan dado a oscurecerse y en cambio tan reacio
a ensombrecer el brillo de tus ojos.

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