Entonces, cometeremos un sueño...
¡Ah!, pues soñaremos un mundo perfecto,
por si acaso.
En
el mundo perfecto (que no nos pertenece), ella será amiga nuestra,
caminará
a nuestro lado con la pura forma del cariño pendiente de los labios,
los
pies descalzos, sus pasos cortos de baile, de puntillas para mirarnos a los
ojos.
Ella
saldrá al mediodía con una rosa en el pelo, una rosa de todos los colores,
también
negro, y su cabello oscuro será más brillante que la piel del fuego,
competirá
con el rayo, tendrá esa cualidad de selva
de
oro.
Nos
hablará al oído. Entonará una nota casual,
la
inicial nuestra, nuestro nombre al azar, nuestra quimera,
nombrará
nuestro amor por su mayúscula con esa voz tan dulce como el mar
que
empieza. Cantará para sí, para nosotros que estaremos tan cerca de su aurora.
La canción
contendrá su estribillo moderno, su ritmo electrizante,
su
danza, celebrará la inocencia de algún amor que no se sabe dónde,
será
preludio de aquel beso incontenible.
Porque
la mañana atizará su lumbre y ella traerá un desierto en cada mano
para
darnos calor
o
perdernos de vista más allá del espacio.
Soñaremos
con ella mientras la noche dobla la esquina del cielo infinito
y
las estrellas se niegan a pronunciar su título
y
ella nos dirigirá una sonrisa radiante
aun sin
saber por qué.
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