relatos, apuntes literarios...

viernes, 27 de diciembre de 2013

un millón de reinas


El recuerdo asalta la conciencia. Duele. Duele el sol, su luz daña los ojos
almendrados y bellos del recuerdo. En la memoria, el agua está fresca, los niños
ríen, juegan a la paz, se aman. Hay un lugar en la mente para la remembranza
amable del calor, para la historia, un cielo limpio y una vida en común.

El miedo que paraliza y daña;
el miedo como una llaga incurable, inhabitable, sórdida, que atenaza las cuerdas vocales
e impide articular la lengua madre, tan hermosa que no acierta a describir el horror.

Llegar a puerto es despedirse de los cadáveres, llorar sin lágrimas, en silencio, temblar
también como una rama zarandeada por el viento, es decir adiós masticando la sangre.
El viaje, por tanto, establece lazos eternos. La música ha desparecido: tardará en volver
y claro que lo hará de otra forma, volverá con el cuerpo lleno de cicatrices,
con el alma aturdida, pero intacta, dispuesta a dar fe de la desesperación.

Porque dios. Dios sobre todas las cosas. Dios en los hierros candentes,
dios en el látigo y en la carne de su carne, dios en los infinitos grados de separación,
dios en la mutilaciones, las cabañas hediondas, la comida repugnante,
dios en la suprema inocencia de los pequeños muertos de pobreza, tan bellos como ángeles,
arrancados de los brazos de sus madres dolorosas.

Tantas Princesas, ¡Reinas elegidas en la tierra! Dueñas del espíritu más poderoso.
Novias orgullosas y libres maltratadas, forzadas,
arrastradas por el fango. ¡Reinas!, ¡Diosas en las que creer sin engañarse!


una


Una muchacha
de color
real.
Su voz, la voz y el eco,
la expresión del ritmo, simetría;
su palabra a cuerpo,
anterior a la sangre.

Con el alma por fuera del pantalón vaquero,
las sandalias explícitas.
Rama de hermosura impronunciable.
Negra. Tan alta. 

Una muchacha hermosa
antes de salir de casa,
antes de dejarse ver. Más hermosa que el oro.
Libre.

Ella que nunca está sola.
Sin enemigos entre los ángeles.
Dios en su canción, sobre su aliento.

...

Al chico blanco le gusta el hip-hop. Fuma
y mueve las manos en
círculos de humo.
Escucha la canción del alma.
No llora. Debería escucharla
hasta sangrar por los oídos.
Debería escuchar.

...

El llanto es un idioma infantil.
No basta para comunicar el dolor.
Un dolor.
Hace falta una daga en la voz.
Pólvora
y
estruendo.

Llevar un alma doble,
un arma.

La voz surge del baile que no cesa: esta danza automática.
Su voz patrimonial, exclusiva,
dinástica.
Su voz fuera del cuerpo, brotando de la tierra.
Su voz contra la historia,
frente a la historia.
El coro de un millón de reinas
cortando el aire.
El chasquido que anuncia la resurrección.

...

El chico blanco baila sin gracia.
Imita el estilo sin finura: una sombra de qué, un agujero en la pista.
No entiende la forma del silencio
antes de la base auténtica,
el tumulto que brilla
y afina los timbales.

...

Rama que resucita a cada paso.
Habla para que la entiendan los pájaros.
Su sonrisa instantánea es un tesoro,
un instante
de precio incalculable,
un destello en la memoria de la humanidad.

La historia no está escrita: late.
Es un corazón palpitante,
la función del ritmo. Equilibrio.
La historia vibra frente a una pared de espejos
donde ensaya su desenlace.
La historia es una melodía
sin principio.

Hay una voz completa que es un idioma de sangre anterior al miedo,
antes del mundo,
del agua.
Nada frágil. Una voz incomprensible que baila al son del fuego,
que arde.

...

El chico rubio lleva pantalones caídos y una gorra de béisbol,
en su cuarto huele a hierba.
Escucha la fusión
y se estremece un poco.
Debería entonar un hasta siempre.
Debería gimotear algo más fuerte en su jerga ruin.

...

Rama es la noche.
Fundamental y bella.
Cómo atrapa la luz su enérgico suspiro,
su cabello breve y musculoso
dorado por la sombra.

Ella y la risa.
Una risa con siglos de argumento.
Una risa que sube como un árbol,
ascendente,
lenta.

El sol es un planeta que orbita la materia de los sueños.
Un astro en prácticas.
Rama mide las distancias
con los ojos vueltos del revés
(para no deslumbrarse).
Se halla
lejos del espacio social, la fosa en la que abundan los poetas,
aquella hondonada.

Vuela al margen. Sus zapatillas voladoras rojas,
sus rojas zapatillas voladoras.
Toma la curva de un grito
a gran velocidad.
Libra un combate contra el tiempo que perfuma su voz.





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