relatos, apuntes literarios...

domingo, 30 de marzo de 2014

un fantasma recorre el universo


En el confín del universo observable solo hay otra explosión sin motivo.
Nadie maneja los hilos. La física es un trauma.

Es bueno saber quiénes somos, sabernos a la hora de medir el verso,
a la hora de amar. El simio vergonzante nos acecha desde su rama alta.
El animal nos mira desde nuestra pequeña alma mutante y sonríe como hambriento;
aunque no tenga alma, muestra dientes feroces para el canto.

En tal confín soñado del abismo, hay otra estrella a punto de volarse
con insana presteza, a su ritmo de curvas y neutrones, violentando el tejido
del espacio. El simio acierta con la luz, echa un trago de luz,
descubre una blancura que refleja el tiempo
y se le ocurre un tiempo sin final.

Todo sucede igual en todas direcciones. En nuestro mundo de atrás -aquel patio trasero-,
un universo acaba de violar las alambradas, invisible y magnético,
sus hombres ya están naciendo en la imaginación de la materia.

Incluso hay un fantasma que transige. Fluctúa entre realidades
tal vez paralelas, tal vez independientes también en la manera de contarse,
de registrar sus acontecimientos. El fantasma aparece cuando corres las cortinas nuevas
o abres la ventana para huir del calor. Hay uno que se pasea por el patio
y sonríe como si supiera que no puede hacerlo

            (ella dice que lo ha visto fantasear por el parque).

Cuando se escribe un verso -o cualquier verso- las palabras escogen una muerte lenta.
Se devanan los sesos dispuestas a saltar. El verso organiza
un pensamiento inerte, lo golpea con la fuerza probable de su mala fortuna.

Detrás de cada múltiple universo, alguien imprime el sello que lo expresa en parte:
las manos manchadas cuando hay manos, la tinta reciente cuando hay tinta,
los ojos entornados hacia una sombra más que permanente. Detrás de cada vórtice completo
se escribe el mismo verso inalterable. ¡Se está escribiendo éste!
Ahora. En un idioma antiguo, de otra forma, o en una lengua enferma de silencio.


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