relatos, apuntes literarios...

domingo, 25 de mayo de 2014

inside


Dentro de la botella el poema es sacudido por las olas, todavía no ha provocado
la risa del sol, ese dios infantil.

En la basura los versos contienen la respiración, en la papelera, sin embargo, actúan
movidos por la negación y el desánimo ajenos, sin tener constancia, conciencia
de su absurdidad y su falta de lastre, peso específico.

El poema es un ridículo a la altura de la payasada. No puede recitarse bien,
así que es infumable y abusa de su pretendida gesta literaria, su elegante impasse estilístico.
Las dos piedras juntas hacen una llama para siempre. Esta es la única cuestión literal,
una verdad romántica como la copa de un sombrero de copa, como un bombín atenuado.

Por todo ello, el poeta se muestra irascible, se nota carismático de segunda división.
Pero ese poeta es el otro.

Ahora, aquí, viene el gran poeta que sabe hablar con las amazonas y, en concreto, con ella,
la pequeña reina que baila por los ojos. Es la música que le entra por los ojos
y entonces el poema con mayúscula, el Poema. Entonces porque su pelo se desarrolla
y su cintura sirve. El pelo que podría ser un acorazado punk es un acto de amor.

Poema. Por el aire es una hoja del periódico de ayer, una foto de familia.
Nada más; y da lo mismo el signo, el verso improcedente, el verso masticado.
Hay un rostro, salta a la vista, por fortuna hay un rostro entre líneas
que no se parece a ninguna palabra, que elude el verse reflejado en la pista central,
en la ranura eléctrica del vinilo. El verso se contrae, contorsionista, planea un atentado contra el odio;
hay una fotografía en blanco de ella vestida con una extraña túnica,
camino del altar por un pasillo sin cruces.

Se deben reciclar los versos malos. Está la fábrica que convierte los acentos en suspiros,
la metáforas en latas de cerveza. A ver qué sale, ella por la calle, venida a más, más alta,
magnífica con sus zapatillas nike y su pistola de oro (es un colgante), los labios carmesíes en directo,
firme como una estatuilla a la puerta del cine, en el cartel, produciendo sensaciones en los transeúntes,
en los trabajadores que llegan tarde a casa y se detienen a veces
conscientes de su efímero encuentro con el arte.

Ella está en el aire con esa introducción a la misión del funky, titilando como una estrella rebelde
que se ha olvidado de comprar la letra en el museo. Su voz, efecto del crepúsculo, es un taco de alma,
una sábana recién lavada puesta a secar en el espacio sideral, un día festivo de color rojo en el calendario.

La sociedad, puesta de rodillas ante el hombre del momento, no comparte sus fobias
ni escucha el resurgir de la confianza, la serenidad atlética conseguida en las rimas,
el límite fonético rebasado con creces, ultrasónico, la llanta que caracolea
y se incendia a cada giro plástico, con cada nueva revolución del disco de platino. Ella en su vértice
es un mar de fondo, es un cadáver que se las sabe todas. Su belleza confirma
los pronósticos, su belleza es un ángel a media jornada, una virgen en paro.

Dentro del frasco el poema sin subsidio, un payaso de larga duración, de gran calibre. Ella se ríe.
Y el poeta concibe una respuesta que a nadie representa, que no sirve, y el poema se ablanda,
disminuye su acento, hace palanca, cae al retruécano y se desmorona entre comparaciones.

Así el poema recoge la función de las bestias en el vertedero, dos chuchos retozando contra un fondo gris,
una imagen corrosiva en el margen de lo posible, la cumbre de la lírica, el ápice sobre
el que se fundamenta una constitución nacional, el símbolo innoble capaz de atesorar un dogma.

La chica está como un tren, pero el tren es el mensaje. Sucede un rap
que ella articula, gesticula y flambea como por dentro de la boca, así, inside, a toda sangre.
Los metros son más cortos que un dedal de pánico.

Cuando ella se desliza, la soledad flojea y hace aguas, se hace a un lado. Todo ello es un deporte,
la gente cae y se levanta cantando, el día es un intenso recital, en el trabajo, hasta el trabajo
tramita su fórmula, su forma de adelantarse a la monotonía. Unos pasos al frente
desde un ballet aventurado, el pelo más compacto, la mirada en su primera cita con el cielo.


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