Arquitectura de carretera. Este románico enladrillado (y
fatal).
Prostíbulo cerrado. Se vende.
Una línea directa. Su esplendor es un término fijo de
potencia. Un endecasílabo pelado.
El reino por un grano de belleza. Se vende obra de arte
demasiado profunda para ser contemplada al natural.
La belleza hace la esquina entre sus libros. El colorido
se tambalea y deja escapar un suspiro conjunto.
Donde esté la belleza. Tanta masificación es
indiscutible, camufla y debilita, dificulta el rastreo,
la unanimidad. Es un trabajo obsceno de tan duro: caminar
y ver. Solo.
Solamente un vistazo. Luego se mira al futuro que es
mirar un paso adelante, es mirar el fin del camino.
La belleza es una larga historia; su belleza es el final
de la historia.
Su belleza no aparece en el mapa. No figura entre las
efemérides su nacimiento. Podría haberse muerto,
pero vive. Se vende obra de arte: el poema. Todos sabían
escribirle poemas, rimaban con la a, en ara,
escribían: ¡quién amara! Hay que fijarse en la composición:
sobrios versos hartos de poder,
muchos esdrújulos y finos. Todos escribían el poema, el
mismo poema de amor.
Se combaba la vida. Las colegialas jugaban su rayuela
moderna, a la comba, tal vez online con el dinero de papá
una partida a muerte al texasholdemnolimit; la muerte súbita: all in. Precocidad. Las
chicas mayores
andaban con los zombis entre polvaredas o nubes de humo,
y ellas mismas ya mordían un poco
la carne fresca, ya tenían ese tipo de sed.
Espejismos aparte, la belleza sucumbió a la primera
escaramuza, digamos que fue herida en el muslo
-que es una herida sexy-, de refilón; tampoco hubo
demasiada sangre, fue como un rasguño,
un arañazo que precisaba atención médica: en el muslo. No
se resintió su belleza, su hermosura
quedó intacta, nítida, proclive a despertar sensaciones
ocultas, absurdas,
mímicas, místicas, abundantes emociones sensacionales.
Es sabido que el poema podía haber terminado en este
momento. Un poco más adelante,
mirando a su porvenir de estrellas, la distancia y el
éxtasis. Un verso más y basta, corto, largo,
pero no se termina, no tiene tiempo de escribir su fin sin
haber hablado de ella en realidad.
Y hasta aquí el prefacio, la sombra que se extiende
piadosa, sábana santa.
Hasta aquí el balbuceo del poeta sin sueldo.
El Poema
El poeta gana el salario del hambre por mirar por un
hueco en la pared: es su trabajo.
Desde el agujero se ve un prostíbulo cerrado y cierto
corredor de tránsito. La belleza derrama su caudal
devastador cada segundo del día, incluso cuando no está a
la vista y permanece acaso su nostalgia
posada en el recodo, una sombra tendida en el suelo.
Los héroes fuman y esperan: es su trabajo, o su menú.
Uno viste una capa retórica y farfulla el verso. Otro
rebusca en el contenedor con afán de perfección.
La bazofia es devorada, devorable, sabe bien, tiene buen
gusto, es casi artística y merece reconocimiento.
Ciertos artistas reproducen calderos de inmundicia en sus
ceremonias y arman monstruos de papel reciclado,
obras orgánicas que se replican a su vez y crean cubos de
basura para la abstracción.
Ahora la belleza debe estar por aquí: groso modo.
El arte debe tenerla acorralada contra algún muro sencillamente
grueso. Los y las poetas se disputan el fraude,
verbalizan un estado de ánimo fuera de control. Mienten
sobre ella con demasiada felicidad.
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