relatos, apuntes literarios...

viernes, 24 de octubre de 2014

alaska mon amour


México quiere morir. Llegan a Europa algunos hombres buenos. En los Estados
el color de la piel retrocede en el tiempo. El mundo está rifándose la Luna, es un esqueleto ético que menea los huesos
que aún no han sido arrojados al mar. Quién dice amor. Y el mundo se enamora, la gente se empareja,
proyecta sin mirar hacia adelante, sin mirar atrás. Hay un revival de emociones consentidas:
la esclavitud es un concepto atemporal. Queda la sangre que es el mar, un mar rojo ensangrentando la costa
del Mediterráneo, coloreando la corriente del Golfo. Todos a Alaska, un buen lugar para vivir ahora.

Dicen que hace frío. Tienen razón. El termómetro sube y hace frío, sube la temperatura y hace cada vez más frío.
Los corazones bombean su materia sagrada, elixir; son máquinas complejas que van por el cariño como madres,
como hermanos de una familia retrógrada, una familia tan absurda como aquella.
La religión es culpable. La culpa late en cada oración elevada al vacío. Es decir, la nada es omnipotente,
todo lo sabe, todo lo oculta.

Hay que desordenarse un poco, hay que agitar el cóctel. Las ideas tienen que venir echando humo,
pontificando. Se necesita un pontífice que ponga en claro las noticias del telediario sin recurrir a la poética,
este sumo sacerdote ha de ser pobre (de solemnidad), un filósofo estancado en su acción humanitaria, un auténtico killer.
Dará su palabra y tendrá su ejército de epigramistas al servicio del Verbo, profetas áulicos
que permanecerán entre la chusma, ahítos de basura y licor. Habrá un palacio alto como un edificio de apartamentos
de veintitantos pisos (protección oficial) donde estará la corte y vivirá el gobierno. Allí se tomarán verdaderas
malas decisiones para problemas infinitos.

A todo esto, K vivirá su apogeo teórico y musical, sus rimas serán publicadas en las paredes del metro.
Es imposible, pero serán difundidas por ángeles fuertes como héroes soviéticos. El martillo refundará un estilo
para ella, que vivirá su trance colectivo, su ensueño misionero. Y se verá tan bella que acudirán a cotejar su encanto
los pintores, y los rapsodas declamarán en su honor un torrente de ingenuidades. Saldrá a la calle,
se acercará hasta el parque donde acampan las ardillas, que comerán de su mano invisible mientras el fuego rabia
al fondo de la escena. Será su canción la que ilumine los lirios, la que abra brecha entre las líneas del hambre.

Los jueces soñarán con ella y despertarán al alba rodeados de guerra, los dueños serán desposeídos y le darán las gracias.

Dicen que hace un aire para respirar sin mascarilla en Alaska, un cielo que cura el asma por la vía rápida.
Dicen que va llegando gente en globos aerostáticos, que se charla en francés y en español,
que alguien ha oído hablar de amor (calladamente)
y que ya se escuchan algunos disparos sueltos, sobre todo a la hora de la cena. 




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