relatos, apuntes literarios...

miércoles, 27 de abril de 2016

itinerario


¿Qué es el ferrocarril para mí?
Nunca voy a ver
Dónde termina.
Henry David Thoreau

Vías muertas, trayectorias de escape. Campo a través, el tren recorre el campo,
lleva. En el trayecto, el campo sube al tren. Y Jordan sube al tren, abre un libro,
con sus estrecheces abre un libro. Sube al tren detrás de Irene, igual que Kateřina. Como ellas,
sin familia.

El campo se ha desangelado,
a pesar de los ángeles que cubren millas de constancia y bordan su trabajo. Mil alas de color nocturno
escarbando en la noche en busca de una sola verdad. El campo se ha congelado en un libro abierto
con sus páginas en blanco. El libro ha sido entregado en la cima del monte,
sirve para rezar, sirve para creer. Arde.

Tenemos sed. Vuestra sed es el pasado. Cerca del lago la sed rige el poema
(no ha prometido su certeza). Ah, Jordan está ahí rodeada de niños con los ojos abiertos; abre un libro, sin más,
en paz. Los árboles gritan, se agitan como postes del telégrafo por las ventanas de los compartimentos (publican
cartas de amor en la red).

Un ruido se produce absorbente, tradicional; es el bazuqueo del tren de los huesos, hasta los topes de mercancía feliz,
carne para el perro. La música se queda en el andén; en la última estación
han subido los druidas, les temblaban las manos. Alguien ha visto llorar a Kateřina, y sus lágrimas
colmaban el silencio de inocencia como una canción de cuna.

A pesar del milagro, el tren ha elegido el camino equivocado, el maquinista ha errado su palabra
y ha dado la vuelta al mundo sin mirar a las estrellas. Los pasajeros son miles, millones de almas selectas
acurrucadas en un espacio ínfimo: una singularidad de corazones, cuerpo que pulsa,
gira y revoluciona la duración de un beso en la memoria.

El campo ha llegado al horizonte, ¿se contrae? Experimenta amplitud, sin embargo. Bienvenidos al cero absoluto.
Willkommen. Se ha revisado el infierno, una maqueta dorada del infierno entre la hierba, para que no se note el sol;
áreas multiplicadas, iguales a sí mismas por la sangre. El humo y la vergüenza.





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