Gordon Parks |
Sandra en el contrapunto del paisaje,
sobre la Historia, lívida y entera,
frente a la misma seca calavera,
el mismo grupo pálido y salvaje.
Sandra tan bella al emprender su viaje,
tan inocente como si creyera
que dios existe y lleva una bandera,
barras y estrellas, cinto y correaje.
Sandra en el centro de las oraciones,
al límite del verbo que define
su legítima acción liberadora.
Asesinada en todas las prisiones:
al fin, no existe dios que no asesine
ni bandera más digna que la aurora.
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