relatos, apuntes literarios...

domingo, 18 de diciembre de 2016

los trenes


Nada se parece:
los trenes,
el tren,
el autobús incondicional y sus incondicionales,
el lago que parecía Walden aterido,
el campo.
Los kilómetros por hora y la velocidad en cuestión.

El campo ha entrado por la puerta, ha invadido el paisaje, se parece demasiado a un trozo
de tarta. Ayer, el poema se comía los cardos,
arrancaba en el polvo de la tierra baldía como un bólido natural, se las sabía todas, era un donjuán de las especias
y un labrador infatigable.

Entre los torreones, la naturaleza ha volcado su estampa, el líquido
alimento de su maternidad. La nomenclatura de las plantas escapa a la concentración
de la muchacha; ella posee un ansia verdadera (sin cielo por delante), solo el rumor de la felicidad
acoge su destierro, la recibe
con palmas y secretos.

El espíritu se toma tan a pecho las palabras, las recoge con mimo
y las sube de nuevo a la montaña,
donde aguarda el encanto de las nubes. El sonido es emblemático porque
remite a una satisfacción impersonal. Ella debe tener una persona en cada dedo de la mano,
personas que escriben de abajo arriba o con la mano izquierda de su mano, cierto descuido, una potencia
fuera de lo corriente, como si el suyo fuera un guión asombroso,
con mayúsculas y otras fatalidades.

No hace falta leer, ya nada se parece:
los trenes han evolucionado del hierro hacia la estructura atómica de un vacío
rebelde (con pájaros y todo), han explotado como un motor en apuros, la traca más oscura de la fiesta;
el autobús no se detiene en Paterson,
sigue hasta la correosa mitad del océano a rebosar de pasajeros nocturnos,
turistas encadenados a un mapa simplificador.

Aquí, ella no está. Su voz no rompe el punto y seguido del silencio. No rasga el trapo sucio de la imaginación.
Hemos perdido su guía
de sangre y la pluma ya levita inconsciente como en la sala de urgencias de la estación central.
Ayer el poema se quemaba a lo bonzo. Hoy se dicta solo
–autodidacta– y desciende por el muslo del ángel para grabarse en la tierra con letras
invisibles, símbolos universales en la piel atónita del sol.  




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