El poema ha cableado la avenida, se ha desmandado y ya no hace caso a
la realeza,
es una rareza demasiado perfecta para resultar omnímoda –como solía.
Han despegado los rappers de esta superficie
marciana, todos con su calvicie y su presencia detallada, sus burritos
y sus armas de fuego. La literatura que se vende es la única
literatura que se vende en los quioscos
bunkerizados del cruce, fundidos hace décadas, que echaron a volar como
sedanes amarillos, puertas
grafiteadas, un gratinado de sesos.
Gombrowicz inspira más: a nadie interesa la poesía española. El asunto
capital, el pecado
capital, central, felibre, lo que ha deparado la fortuna. En el barrio
no interesan los poemas apercibidos
de las señoras sufrientes, vírgenes de acendrado clítoris.
Hay verdades como puños levantados, igualmente cegadoras, realmente
guapas; verbigracia:
la avenida cruza el campo de principio a fin,
donde solo existe el ancho sur misisipiesco gobernado por Jim Craw y
sus huestes fallidas, hijos bastardos del poema.
Gris corretea, Jordan es. En su retiro casi soviético, Jordan
es. Actúa, conspira, prorrumpe en desalojos verbales, clapclapclap y etcétera
(lo de ponerle un micrófono en la ducha).
Sus piernas se han vuelto casi europeas de tanto habitarnos. Su acento
fecunda una posesión compacta, altas torres panópticas. Así nos ve
desde las montañas
pedregosas, desde el meridiano de su corazón. Porque el balcón no está
frente al árbol, sobre todo el resto de palabras
que salpican de mugre el bastión del silencio. Y no hay rosas nunca
vistas, ni el sentimiento
se hace querer como si de una mascota se tratase, ni la sangre es olfateada
por un buen
samaritano. La música es lo de menos; lo que importa es la gente que
decapita sus propios sueños
con un machete fabricado en Texas.
Hemos perdido mucho dinero apostando a un caballo futurista: es una
queja frecuente entre la cosa lírica. Luego
escuchan el sample que ribetea el éxito de la realidad, focaliza el
burladero tras el que se esconde la magia; ahí la tienen:
vocalista. Desintoxicándose del beat en cada sílaba, fortaleciendo
la miseria de su origen. Tres, dos, uno, cero: Jordan no es
negra.
Dice la Biblia que un pistolero perforará de un disparo las sagradas
escrituras y entonces. Salvará la vida
de aquel monstruo. El libro escoge a sus pretendientes. El poema se ha
vuelto ofensivo y agresivo,
tiene envidia del sagrado; siempre milagreando disfrazado de personaje
secundario,
orbitando la mística ful del exorcismo. En la rama hay un sanjuán que sanjuanea,
ciervo
herido: lástima que no paren manadas junto al estudio de los
taxidermistas. Pero las almas.
Arden a bulto en una hoguera catastrófica, de manera catastrófica; dado
que el verso es y su misterio nada
entre dos océanos de semejante hondura.
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