Monodramática,
monocromática, actualizando
para
siempre (en forma de milagro) la ecuación
de Drake, la otra vida del mundo y de los mundos. Milagro
fue que
las rosas enviudaran, que fueran los delfines al concierto, que la hierba
fundara su propio
monasterio.
Cuando los edificios echaron a volar y las máquinas pensaban que esto había terminado. Y manchas
de
genuina gente albergaron sentimientos impuros como límites insanos de una
nación profunda. El apocalipsis
está
escrito en una cuchara de palo, los dioses fingen su diplomacia de plasma, pero
ocultan
dosis
insignificantes de amor popular.
Angel
se dosificaba, insólita, abrasiva, caminaba por un rango
extraordinario,
otra vertiente, otra época gloriosa de la melodía al flow, el pasillo subterráneo
para locomotoras
y
extraños, la noche que no se ventila como es debido, noche sin punto de
contacto con la imaginación Desde qué estrella
vienen
a por todos. La magia no era una broma, fue un legado.
Ella cedió (a) su verso incandescente,
arma que apuntaba al norte, daga de diamante. En palacio, alguien
mutilaba
fichas del dominó, enarcaba las cartas, tiraba al peso los dados volteando el
cubilete con destreza (una vez). El verso
jugaba
su baza electrónica, su blancura natal. (Mientras) enrojecía el cielo entre
espasmos
luminosos,
arcadas de la luz,
y la
materia desandaba su camino fraterno hacia la nada.
La
música se muere y este es el milagro, la piedad; el milagro es la radio de otro
planeta, el bardo donde aguardan los poetas
su reconciliación
con la esperanza. El barrio ha sido transferido,
gentrificado,
anulado en pequeñas pinceladas de mullida espuma verde-azul. Ahora,
las
muchachas adoptan la postura inoperante de una patrulla lunar, no se
identifican pero disparan a pecho descubierto,
antes
de preguntar recitan un aparatoso pliego de descargo.
Tanto
universo da que pensar, excita las neuronas y los nervios; los mundos
difieren
en su estructura orgánica, sus ganas de vivir, su sentido del ridículo estelar.
El cosmos
dignifica
la vida con un toque infrahumano, se multiplica en los confines,
se
confina en fracciones, números decimales, fortalezas algebraicas sin un
propósito claro. Angel lleva un trozo de arte
enlazado
en el pelo como un adorno navideño, un cántaro divino,
escombros
del ocaso. Su voz pretende un cambio pirotécnico en la columna de la felicidad,
un estrago en la valiosa
carne del
vacío; ah, su plena voz erige un rascacielos
que acaricia
la cruz del horizonte.
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