No se puede ser sublime sin interrupción
(Jorge
Valdano)
(Emilio
Butragueño)
La verdad es que sí
(Raúl
González Blanco)
Destiny es un ser
superior, sublime,
es la verdad. Ha sellado un acuerdo con la nada, su firma de carmín,
roja como una losa,
pesada como un beso.
Nadie se acuerda de la
luna cuando llueve. Hay un área de juego; tan capcioso,
el campo se mueve en
unas coordenadas
interiores de pura cotidianidad.
Es un campo alrededor de las apariencias,
una ciudad al límite del
cielo.
Alrededor del campo merodean
ciertos tipos especiales,
rostros entresacados de
los retratos perdidos de Géricault, gente con ojos despiertos. Hay un millón de
trenes
subterráneos que
recorren paisajes teológicos,
estratos momificados, tartas
de tierra y luz.
El paisaje cuenta con
Destiny para destacar, opera con materiales demasiado
sensibles: una gota de
agua. Cuenta con una gota de agua, una brizna de fuego, un saltamontes.
Dimensión y fondo; las
dimensiones del campo son las que deben ser,
infinitos senderos hacia
un mismo corazón. Se maneja un tramo de horizonte
nada flexible, su línea
que avasalla, dobla la mano del artista.
A martillazos suaves,
los sueños
restituyen prodigiosas esferas
de realidad. La hierba fortifica la histeria de los manantiales,
graba su puño de hierro
en el aliento del bosque. Ah, el vuelo es necesario para ver
la tristeza que agita
los pequeños desmanes de este mundo.
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