King Princess canta
y alguien repite: ¿quién es? Han pasado los años
(a veces,
los años
pasan de dos en dos). Suena KP y alguien pregunta: ¿quién
es? Y han
pasado los años como nubes dramáticas, como
barcos de guerra, dobles de la luz.
Tenemos en mente una ciudad (¿polaca?),
Lvov, extraordinaria. Con su pasado en equilibrio sobre
la Historia, con sus retoques
y sus paradojas. Y alguien que lo intenta.
Los poemas siguieron saltando por las ventanillas de los
trenes en marcha,
siguieron sonando a programas de radio, a novelas
radiofónicas, con su traqueteo
amateur, su divina prosodia. Las mañanas, sin embargo,
escapaban al control, se reproducían
monótonas y pagadas de sí,
eran como autores pagados de sí, de su autoría y su
representación.
Tenemos (una) memoria y un libro
de memorias en la mesilla de noche. En la mesilla de
noche tenemos un libro de memorias,
otro de Emily Dickinson y otro más. El de Emily
es como la droga que se guarda y se consume despacio
pensando en el mañana, con la mente puesta en el día de
mañana
(no en Lvov).
KP se retira y parece que fue ayer. Cuando los árboles
desentonaban y los pájaros iban a su aire. Y las rosas
morían doblándose en pequeños rectángulos de miseria.
Bajo la tierra, húmeda y eterna, pasan los días;
a veces,
los días
pasan de dos en dos.
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