relatos, apuntes literarios...

miércoles, 7 de octubre de 2020

aliviadero

 

No hay jardín. Es una verdad como una casa. Las flores crecen
arregladas, pero inanes, sin un hogar, sin patria potestad, sin clase. Ahora, uno puede
medir el tiempo que transcurre aplicando cualquier variable que le apetezca, por cualquier
cosa que (se le) ocurra y sea mensurable, sea medible y pueda ser atestiguada.
 
La cantidad de pantalones que te comprarás mientras vivas (no es muy grande). Y todavía te acuerdas de aquellos
grises que tanto aborrecías: es un recuerdo que te acompañará hasta la tumba. Hay quien recuerda
los golpes recibidos, las horas del amor. Hay quien se acuerda de las mañanas
arrimadas al cielo fulminante, del sol atardecido y personal, del timbre
atronador.
 
Acaba por contaminarse, la memoria. Acaba por ser una trampa; y pudo ser
paño de lágrimas, fuente de placer y estancamiento. Recuerdas el poema que te hizo mirar hacia atrás con precaución,
las canciones que arruinaste en la barra del bar, el tiempo religioso de la cárcel, y ese silencio
auténtico.
 
Está la fatalidad de las personas que conoces; las cinco mil personas que vas a conocer a lo largo de tu vida, mil
personas, un centenar de ellas, un par de familias monoparentales,
disfuncionales, unos padres arcaicos, gente de secano, del sótano, gente arisca y vertical, todo el día
pensando en las batuecas, que si llueve o si deja de llover.
 
No hay jardín, pero hay tierra de por medio,
surcos concomitantes que has labrado con tus propias garras. El mundo te ofrece
pantalones que te aprietan la cintura, que te quedan holgados, ridículos de pata de elefante, de pitillo, pantalones
de faena, trajes de seda con manchas y desgarros.
 
Sabemos que la realidad se enrarece con la lejanía, en las distancias cortas, cuerpo
a cuerpo. Las galaxias lejanas son inexplicables, la sombra de los campos cuánticos es alargada, el vacío
te mira a los ojos y te entran ganas de llorar. Tan bella, la rosa es mera arquitectura emergente
a imagen de la nada: ¡mírala al microscopio! Luego, ponte los pantalones
nuevos, sal a la calle y aplasta esas flores
que no existen.


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