Ver morir es
uno de los trabajos de los Ángeles.
Su pose en un lugar determinado (cualquier lugar es bueno
para honrarte). Calculan
la longitud de las inspiraciones, cuentan con los dedos
los latidos,
analizan la sangre estrepitosa.
pérdidas. Otra de sus ocupaciones consiste en mirar al
infinito con los ojos en blanco, dando
miedo a los hombres. Otra más: seguir el curso de los
ríos, pero nunca hasta el mar. Son estas labores de secano,
aparatosos estudios, ensayos generales con partitura y
esquema
narrativo: acaso un plan de vida.
avara–, frutos extraños en el árbol del hambre, ramas de
una sola familia. En el espejo
significan menos de lo que dirías, parecen seres humanos
con manos y tendones,
tensiones y cabello ensortijado, piel oscura.
y se duermen con los títulos de crédito que atestiguan el
triunfo del olvido. Recuerdan luego cada
día de la vida, cada leve entusiasmo, la urbanidad de
saludar por las mañanas,
el café de las once. Cada sueño.
espadas al rojo, hierros candentes vehículo de la furia
de su entraña. El acero
es el vínculo entre la nada y el mundo, la fe y el
compromiso, entre el fuego y la espuma de la noche.
Has de saber ahora que eres tan importante como un
pequeño insecto, tan influyente como una especie
protegida, como un extraterrestre o un demonio
de Tasmania, que tu muerte será patrimonio del Arte, una
línea
tirada en el plano insultante de la posteridad.
Zdzisław Beksiński |
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