Retrocedió el Ángel a la distopía
enérgica de las naciones, fue a parar. Se adentró en un
tiempo
caramelizado y fascinante; iba con botas chirucas,
chubasquero accidental,
gafas de sol.
cantos rodados, un fulgor arremolinado en la sangre
generosa. Un descenso polémico entre formas de vida y
formas de pensar, pensamientos y géneros
no delimitados; una excursión al campo de las emociones,
con sus explanadas
pendientes, su filantropía esencial.
erró el disparo; era el Sol, que se besuqueaba con la
tierra, rayos por todas
partes, chispas saltarinas, centellas burbujeantes. Insanas
mutaciones del amor armándose como rompecabezas,
cosas psíquicas y espejismos dobles. Dios se había
retirado
al monasterio con unas pocas almas –séquito de platino–,
algo de brisa, la cadencia
exacta, un par de abejas hacendosas.
psicodinámica. Alimañas de ojos saltones, hojas de
periódico voladoras, esferas de vegetación (bolas del desierto). El cielo
mudo/estólido de abril, azul sin más, sin pájaros ni
hábitos de consumo.
autodidacta, semejante a lo sagrado pero
sacado directamente de una casete –rémora analógica– desenrollada
por los siglos, un desarrollo
armónico en circunstancias adversas. Y Destiny®
rebautizándose en cualquier río, pasando la gripe sin saberlo,
hermanada con el último gorrión del paraíso.
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