relatos, apuntes literarios...

martes, 5 de enero de 2021

descatalogados

 

El poema no significa. Si lo hace es porque existe un error
de concepto, algo pasa, es que está escrito a propósito, con mala idea, es un caso
en caso de accidente, y debe ser reparado.
 
Reparar un poema en el taller de escritura rápida de algún
bon vivant; acentuar su parte física, demoler su perímetro continental, es decir, su contenido, es decir,
la imagen metafísica que tiene de su propia importancia. Trabajamos sobre un poema irreparable
(off the record). Nuestra lectura es irregular, tanteamos como ciegos sobre dicha propulsión de realidades, el orden
súbito de los acontecimientos, las crudas enseñanzas.
 
¡Eh, que tenemos Ángel! Destiny® pertenece a la crew, juega en nuestra
liga, nos proporciona cierto conocimiento insoportable de las situaciones, hace lo que puede de nosotros.
 
Rodamos un spot promocional sin ninguna ambición, aspiramos al aire, respiramos
nostalgia; se trata de la imaginación, la pureza imposible
del lenguaje puesta al servicio del futuro.
 
Lejos de las aspiraciones convencionales y los monumentos a la trascendencia, abogamos por el contenido
cero y el alcance mínimo de los proyectiles literarios, nos quedamos sin estantería, fuera de serie,
fuera de lugar como un payaso en el coro de la iglesia,
como una monja a las doce de la noche.
 
El verso anda por ahí, libre de informar su derrotismo; trata del día de mañana,
por eso se codea con la divinidad, por ejemplo: de tarde en tarde, Destiny® te sopla la respuesta
equivocada (cada libro que leemos lleva su aliento cosido a la solapa).
 
Leer un verso con sentido es una temeridad.
Aquí se sobreentienden, consiguen una furia aristocrática. Sin conflictos con la autoridad,
deslizan a conciencia su ambigüedad inexpresiva por la pista de hielo
del espacio interior. Habitan un mundo compuesto de materia prima,
un mundo jodidamente feliz.



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