Llega la caravana de la navidad
investida de un heroico signo de admiración final, fatal, tan en mayúsculas
como el nombre
de dios, cruje como el dinero que no tienes,
como el pan que recoges del suelo cuando te sientas a la mesa del señor.
beneficios. A ella se apuntaron Keny y Albertine; ah, ambas conocían los
trenes,
su seguridad nocturna. Dentro de un tren se produce una ventriloquía de
las mejores y empiezas
a recitar poemas del averno, cosas de Rimbaud.
el día propuesto por las autoridades, nuestro reflejo arrasa con la luna
cercenada del estanque,
fijo en los escaparates y las puertas blindadas; ¡eh!, sobre los
villancicos (como siempre/como nunca)
suena la voz de diva del soul de Olivia Dean: su trenza
también trenza silencios especiales.
Laura vuelve a las costumbres de la astronomía, se reintegra al
estrellato
de la vida retirada y su familiaridad
inunda los recreos de los niños, te asalta por la calle y ocupa un lugar
en tu descanso
(se levanta de la mesa antes de terminar de comer).
pidiendo pero la historia pinta bien, es un lujo
que puede permitirse; de fondo, un coro de voces infantiles rompe la simetría
entre sueño y materia,
clausura el registro pormenorizado de la soledad.
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