que ominosas se ciernen sobre el tamaño gris de la ciudad;
noches en que las estrellas son flashes en la mente podrida de los yonquis,
los chavales aprovechan para cometer sus primeros delitos
y nadie tiene la suerte de llevarse diez mil euros en una partida de póquer.
En la ciudad, hay noches de penumbra travestida y formidable espíritu de revancha
en que levitan las hojas de los árboles y los caminos conducen al destierro.
Arrancan y derrapan los vehículos policiales, las ambulancias, los taxis,
todo se funde en un motor gigante, incluidos los pájaros,
incluidos los cuerpos ligeros de equipaje
que abandonan la calma para descansar a voces,
incluidas las almas que arrastran su joroba de oraciones y salmos
por el suelo tiznado de alquitrán.
Todo avanza con el tiempo y el tiempo es como un jugador de rugby
que atropella las ganas de vivir.
El chico suelta el destornillador con expresión de pánico en el rostro
al verse sorprendido por el terso charol de la linterna mágica;
los agentes del orden vociferan consignas infernales,
él acaricia su condición de paria, se admira de soslayo
y mira de reojo el subfusil que apunta a su cabeza:
digamos que sucumbe,
digamos que fracasa a eso de las tres de la mañana.
Peligrosa, la noche se adentra en el coraje de los fuertes
destrozando manteles y bebiéndose el viento por los barrios callados,
vuela con intratable mecanismo de altura, a ras de agua,
y concibe un fantasma para cada sombra.
De noche, en la ciudad, las sirenas investigan la apnea del sueño
y las reyertas nunca son multitudinarias.
Hay una cosa que tengo clara, Esteban, estoy más confundido ahora que cuando empecé, encuentro este poema tuyo dentro de una onda que se suele valorar mucho ahora y, al contrario que la mayoría de poemas consagrados a ella, presenta una seriedad y una calidad muy dignas de tener en cuenta y siento un desasosiego que ya conozco al verlo a estas alturas en la situación donde, por lo visto, deben verse los buenos poemas si no los acompañamos de otras cosas.
ResponderEliminarUn abrazo.
Gracias, Enrique. Me ha costado un tiempo descubrir que eres el mismo del foro de Alaire, torpe que es uno.
EliminarAl margen de la presunta (que es palabra que hoy se emplea con entusiasmo) calidad de mi poema o mis poemas, lo cierto es que hago poco por promocionarlos. A veces los acompaño, aquí, de vídeos musicales, pero es porque son canciones que me gustan a mí y así las tengo a mano para escucharlas cuando me parezca, no porque tengan mucho que ver con el poema de que se trate.
Hay mucha gente que cultiva las relaciones públicas tanto o más que la escritura propiamente dicha. Hay poetas que tienen en sus blogs unos currículos que ríete tú de un premio nobel, y los exhiben sin pudor alguno, orgullosos y satisfechos de haber ganado el primer premio de poesía de Bollullos de la Frontera (es un decir) y otros dos o tres mil de semejante enjundia. Yo no voy a eso. No estoy en ese punto. No asisto a recitales ni presentaciones, no me presento a concursos, ni pugno por publicar mi obra de cualquier manera (¿para qué está la red con sus maravillosos blogs gratuitos e independientes?).
El problema es que si te integras mucho en la rueda, también se integra tu escritura y al final acaba pareciéndose mucho a otras tropecientas maneras de escribir y todo acaba pareciéndose y no hay forma de entenderse entre tantísima profundidad abisal como se encuentra.
Bien. No me alargo más. Ha sido un placer recibirte en mi espacio. Gracias y hasta otra.
Un abrazo