relatos, apuntes literarios...

viernes, 5 de septiembre de 2014

cernícalo se cierne


Cernícalo se cierne ingrávido el arco
                iris sobre la teatralidad del parque. Espacio selvático en la jungla de asfalto,
rayas como caminos, sendas derrotadas hacia (seguramente)
una pequeña fuente onírica. La Fontana
hace aguas. Charcos sin renacuajo, manadas de insectos, nubes bajas.

En el anfiteatro se masca la tragedia. Perros tras su frisbee, amos sin bozal.
La vida se corrompe a toda prisa; la corrupción es la marca registrada de la naturaleza.
También los hombres se contagian el virus y envejecen más rápido,
cuentan canas nuevas por cada devaneo. Una música sutil invade
y utiliza el parque para sus propósitos (es algo mental).

Los rappers provocan la admiración del gentío con su destreza vocal y su autonomía poética.
El gentío está compuesto esta vez por dos personas y un gato callejero.
Los espectadores observan con las manos a la espalda, mueven los pies.

Hay quien se interna por las veredas románticas con una novela de bolsillo.
La lluvia eleva una oración y se dispone a caer,
pero el cielo no tiene piedad
de la luz.

Cuando se abre el enrejado, ella irrumpe como si fuera una apuesta, atropelladamente.
El aire puro se resiste, paraliza pulmones, fluye entre los árboles
con superioridad y albura. La pureza rehuye las oscuridades de modo atávico
teme a los que se transforman en sí mismos, bestias de corte racional. Es una propiedad de la maleza
la de propiciar la mudanza emocional de los puristas, ególatras de guante blanco.

Quién sabe cuántos criminales han hecho el recorrido a través del jardín,
cómo les habrá afectado el aroma disuelto en la frescura del crepúsculo. La novela no es de Bunker
ni de Dodge, tiene que ver más bien con la serenidad recóndita de Dexter (es Amor Fraterno).
AZ no parece. Vestida para oír, nada cantante. Con el rap en la mano en el bolsillo con el libro,
con el alma en la mano en el bolsillo con el rap.

El paseo es la representación.
No existe la sombra. Se sueña desde la habitación del hotel, desde la terraza
del apartamento con vistas. Son diez mil dólares al mes si está al principio
y solo ciento diez si está al final. La música parece ser que no, pero comprende.
Se lleva la aguja al surco y suena Gary Clark Jr. (en privado):
una guitarra llena de poder que atiza los zarzales con el machete ensangrentado de su aurora.


2 comentarios:

  1. Hacía tiempo que no leía nada tuyo, Esteban y me encuentro con este difícil fresco urbano lleno de recovecos que suscita el interés sobre la comunicación. Encantado de volver a tu universo poético, difícil a veces pero siempre sugerente y comprometido con el hombre.

    Un abrazo.

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  2. Hola Enrique. Gracias por acercarte a mi poema y encantado también de volver a saludarte. Me fascina el mundillo del hip-hop y creo que es el escenario más adecuado para mis ensoñaciones. Un abrazo y gracias de nuevo por pasar.

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