Lleva una falda negra no demasiado corta.
Sus piernas se terminan casi como una canción.
Muchos la miran. Todos la miran. Entra en circulación y
luego se evapora. Es preciso captarla en el instante
en que comienza su ascenso. Siempre hacia arriba por una
escala imaginaria, se catapulta
por la escalera de los ángeles. Unas botas negras tachonadas
a fuego, delicadas a la par que militares, dudosas,
incómodas y bellas, cómodas y flexibles, cálidas. Para
dar unas patadas por la calle,
el salto a otra dimensión menos real (más sana).
Lleva una falda negra por encima de las rodillas y sus
muslos son una declaración
(formal). Sus piernas no terminan bien, son novelescas,
folletinescas, ¡frescas!
Conocen su propiedad conmutativa y la emplean a diestro y
siniestro, a distancia.
Conocen las distancias y se mueven en paralelo hasta de
rodillas.
La distancia está marcada y es imposible de franquear, de
salvar. Pasa por delante
pero no la pueden ver, no se deja ver...
―Oh, pues se la ha
visto estos días en Ferguson con su pañuelo palestino,
pisando fuerte, una Pasionaria entristecida.
Su falda trascendental. Aunque sus piernas no estuvieran
presentes. Y es que se ausentan tanto...
Esa tendencia a desaparecer, a disolverse o verse tras un
cristal, bajo la lluvia que no cesa
y no puede cesar. Es que desaparece del encuadre, de la
escena preparada y ensayada, repetida mil veces
en ¡acción! Se guarda en un bolsillo, huye del mundo
como si esquivase las balas en Ramala, como si hubiese
escapado de Chatila
como el niño aquél.
A la moda es la falda que se lleva no demasiado larga.
Una prenda que rima con el viento y se pronuncia así:
en un suspiro. No hay espejo, ni cámara. No hay Luna.
Ella duerme sin testigos, respira sin testigos, testifica
contra dios si hace falta ante un tribunal más alto.
Sus palabras forman parte de un evangelio que celebra la
diversidad del átomo, su spin salvaje.
Sus piernas reverdecen como rosas de nueva creación.
Todos la miran. Es la novia de nunca jamás. Debe ser
el primer amor del Arte.
Entre los hombres que levantan el puño al cielo acorazado,
entre banderas de mil años,
libros ensangrentados en piel. Entre hombres libres. La
tapia llena de firmas es una tapia que hay que saltar.
Ella levanta el puño al cielo destronado. Sus piernas son
el banco de pruebas del amor,
una restauración de la cordura, son un salvoconducto
hacia la patria.
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