A
veces siente una mirada al sur, una esperanza al sur, un todo que se mueve
entre mil voces
y
ocupa una región diseminada. Los árboles preguntan por la lluvia y está al
caer como una religión,
el
maná que salpica las manos de púrpura que es sangre, mancha las manos de
supersticiones. La política
está
para quedarse. Ella tiene razón porque sabe lo que cuesta al peso una palabra,
no desconoce el valor de las sombras.
Sus
manos han requerido la felicidad, han saboreado el éxito. Ella ha bailado entre
gigantes,
ha
echado abajo el templo sin pararse a pensar, ha traducido la voz de la Sibila
entre cien voces diferentes.
La
canción duele, pincha cada letra y sale una gota de sangre, la piel se motea de
rojo y no es carmín, es algo más
que
está para quedarse. Una multitud ondea banderas, dibuja pancartas con trazo calcinante,
anima la contienda.
La
canción surfea dentro del disco, se eleva, desciende al nivel del underground,
donde esperan los chicos
con
los bolsillos rotos. El humo no sale del palacio, qué más da. El palacio ha
sido derribado, se ha evaporado pronto
detrás
de las máquinas demoledoras, los puños de una enfurecida grieta social.
Cuanto
más al sur, la miseria se afianza, despliega sus raíces, sus contactos con el
sudor, la fatiga de la falta de trabajo.
La
basura se enseñorea de las situaciones locales y es un universo alternativo
plagado de estrellas del brasero,
infames
planetas a medias desprendiéndose de sus rocas y sus meteoritos, sus ácidos, su
liquidez hipotecaria.
Está
el niño que sale fumando de casa, tal vez, para no volver. Ella sabe encontrar
el camino
al
hogar porque ¡se ha perdido tanto! Sus miguitas de pan están aquí, bajo los
versos que redoblan su linaje,
silban
ausencia, ¡ah!, pero liberan de la angustia, rebajan la tensión al fin y al
cabo.
El
francés es un idioma difícil, fácil para amar. Que no se entiende. O se
entiende l'amour que es un tesoro
en
cualquier parte. La palabra debuta con su flow y ya está repitiéndose ese
movimiento frenético, explicativo,
dándose
la razón. Ya está exponiendo una tregua a su modo pacífico. La paz tiene
talento
para
quebrarse, es preciso acordonarla bien, protegerla del orden. El amor es mejor
no pronunciarlo en vano,
hablar
solo de él cuando no está en el aire con sus sílabas plúmbeas, su fonética
exterminadora,
o
cuando se aligera en alas de una verdad inconfesable.
Pero
ella canta y su nombre es coreado, se puede escribir (se puede besar).
Besar
un nombre significa tenerlo entre los labios. Este nombre simboliza un corazón
que late en órbita por el mundo,
significa
un beso en cada letra, un verso por si acaso se despierta y tiene sed. A veces su
mirada
desemboca
en una literatura extraña que busca la emoción entre borrones de aliento, que
no se entiende,
ni
vale lo que cuesta un segundo de su precioso silencio.
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