relatos, apuntes literarios...

miércoles, 31 de diciembre de 2014

2 sonetos de fin de año



Su tierno corazón, alma de rosa,
su corazón tan suave como un beso,
descrito por la pluma que reposa
sobre el blanco papel, ayer impreso.

Pero lleno de sangre laboriosa,
sembrado de esperanza hasta el exceso,
herido como el pecho de una diosa
amada por un dios de carne y hueso.

Su dulce corazón, tímida estrella,
¡pero lleno de luz!, y enamorado
de un sol que nunca muere hasta mañana.

El corazón más grande de Marsella,
el más grande del mundo, el más amado,
¡el que lleva en el pecho Keny Arkana!





Mentir y luego arder en el infierno
como arde todo el monte en una astilla,
sonsacándole al fuego la semilla,
el alma oscura de su fuero interno.

Decir que no es hermosa, que el invierno
ha devorado el sol de su mejilla
o que en sus ojos el amor no brilla
como una estrella de pasado eterno.

Soñar con ella mientras cae la nieve
y no guardar el sueño en la memoria.
Dejarse arrebatar por el olvido.

Mentir como la rosa cuando llueve,
como el alma a las puertas de la gloria,
como miente el amor que nunca ha ardido.



¡Feliz Año Nuevo a todos! Bonne Année! Happy New Year! 

¡Salud!


martes, 30 de diciembre de 2014

pasaje de primavera con K


En toda primavera hay una sinrazón, en cada sonrisa late una mueca de espanto. Así son las personas
que suben en el ascensor, escuchan una música falsa y no leen la prensa.

Como de costumbre... se trata del parque. Una chica en aquel banco que podría ser K si llevase un pañuelo en la cabeza.
No lo es. Pero, esperen... Que ahora se lo pone. Es K, que tararea y hojea:
Resplandece. Que tararea uno de sus grandes éxitos y hojea un fanzine, las viñetas adultas y apretadas.

Los cielos acuerdan un traslado de luz: hacia arriba. Dentro del frío hace buen tiempo y las palomas se acuestan,
las flores robustecen su aurora. Otra mañana de regalar belleza, asomarse al balcón del precipicio
donde solo la oscuridad reblandece la angustia. Decir que no. Ella ha dicho que no
y la detonación se ha escuchado en el mundo: su boca retornaba al pasado, canturreaba un hit de los noventa,
cuando la televisión ha mostrado sus fauces de audiencia, bélica, ha designado a los artistas.

Ahora las pantallas líquidas abundan en el parque y en ellas
gorjean los pajarillos mansos, héroes del manto vegetal. Llegan las colegialas con sus auriculares,
instalando memoria en las retinas, imágenes aisladas de libertad. K observa algún paisaje moderno, registra
sus coordenadas y dibuja mentalmente su continuación en el espacio y el tiempo, pone música al instante
de la creación. Su novela es un vínculo que la aparta del resto de la prosa,
es un verso enmarañado que ofrece recompensa: la propiedad del pensamiento. Está leyendo a Pynchon en el límite
y los cables pelados tintinean como serpientes de un solo uso, la intranet profunda augura
un periplo interesante entre anuncios pasados de moda y personajes siniestros
que cuchichean su acento moscovita.

Tal día como hoy el planeta puede considerarse un cuerpo extraño, o quizá solo sea el vecindario,
solo el parque y sus inmediaciones. Un lugar sorprendente de gira por el país con sus rulottes y su material de desecho,
sus toldos, mesas y sillas plegables, vasos de plástico para el alcohol. El cielo es de un azul extrañamente azul,
casi suicida, los pasos tabletean como ametralladoras y el aliento se extiende paralelo al zócalo del aire;
la gente va a lo suyo: consultando sus tablets. Pero el ambiente ha sufrido una metamorfosis,
una monstruosidad se ha abierto camino.

K ve pasar un balón a su lado aunque no se encuentran niños a la vista, el balón no se detiene y cae al estanque
por inercia. Algo nada habitual. Vuelve la música y el poema va escribiéndose sobre el terreno,
brilla con ansiedad cósmica, anula sensaciones en vez de provocarlas, deshabita. Ella experimenta una regresión
y vuela alto, lejos, hasta una edad indeterminada de calcetines cortos y postillas; comprende alguna estrofa incomprensible.

Los pájaros aletean áureos. Todo radia su efervescente pudor, este rumbo alien de la inocencia
que lleva la contraria e infecta el lenguaje, distorsiona sombras de dimensión artística. Las palabras de amor, aman,
el silencio es una condición enorme. Los lirios ya se han ido, pero la hierba permanece intacta
tras el cristal.



domingo, 28 de diciembre de 2014

heroica


Las bases actúan en comando, despliegan su cordura, cambian violines por percusión selecta.
Todo a la vez como en la mejor versión de la calle. En la calle los niños se apresuran,
tienen prisa por llegar a sus casas vacías. Sus hermanos mayores han aprendido a rapear a oscuras, por lo bajo,
a tenerse por alguien que representa un modo de desaparecer.

La noche se modera, tira de la manga del campo, escupe a la luna grande con mal genio.
La noche siempre está despatarrada como una puta barata, abierta de piernas para los más rápidos. En su vientre
se cuecen las últimas palabras, sobre todo, el silencio, que es una fuente de expresión. En el más fantástico silencio,
se cuecen los atracos a las tantas, los butrones apátridas, los encontronazos decisivos. Los chicos se modulan
porque el alcohol hace estragos, la noche se modera y la policía se comporta como suele.

El rap es una religión y Nas es su profeta. Que lo sepan. Vienen las chicas. Viene Rapsody, Nitty Scott, y viene Keny Arkana
con su pañuelo africano (Azealia se aguanta las ganas de soñar). Y eso es todo. El rap se te presenta
y te maldice, es un fantasma elegante que hace un ruido deforme. La gente tiene miedo del hip-hop y sus atribuciones,
teme a la gente que rodea la música, la que baila sin cesar con sus gorras de béisbol y su estrépito.

La cultura ha hecho un hueco a este modelo, esta materia y el amor ha hecho un hueco a este deseo, esta nostalgia.
Cómo se reproduce entre metáforas armadas a trompazos, sin mesura, sin rabia pero con algo de humor.
Es una asignatura natural, está en la neura, está en el sueño que se imparte en los colegios,
en la murga de los borrachos al alba y en la universidad de los borrachos de después de comer.

Toca solucionar uno u otro dislate. Acabar con los poetas actuales, ponerles trampas
en las letras y en sus sílabas tónicas, daltónicas y en sus cláusulas de privacidad, sus contratos temporales con la mafia.
Hay contratos vigentes con la magia que se gastan los poetas que sudan lo suyo
y no se desaniman. Los que escuchan a Nas y Damian Marley y respetan las reglas de la historia. ¡Honor y Gloria
a los poetas más desconocidos! Los que abortan operaciones de asalto y fracasan a las tres de la mañana
de un día cualquiera que, por supuesto, siempre fue ayer.

Toca parque. Las chicas endulzadas de siluetas heroicas, ellas que nunca han dicho una mentira
ni conocen la envidia. El baile se provoca, la ruina está en el aire desamortizando escenas. Por la escena del barrio
pasan los autores sin nómina de artista, los predicadores apropiados, rapsodas con una sola nota en el bolsillo,
sin dinero ni urgencias. Todos brotan de la ausencia más intensa y desigual, rosas pérfidas y audaces,
a flor de olvido. Amanece y la culpa se reparte por los callejones; cesa el rap
como una religión que ha cumplido ya con sus preceptos.




sábado, 27 de diciembre de 2014

mentir y luego arder en el infierno


No se puede poner un corazón frente al espejo por ver si saltan chispas
o para encontrarle la melancolía en un bolsillo como un billete lavado por error.
Por más que sea tierno y luzca sangre nueva y se comporte con educación y ritmo,
palpite sin duda, no se arrebate. No hay instrucciones para tratar a un corazón: que si está roto, que si sufre,
si late henchido de esperanza. Que si es un órgano, una válvula de escape.

No hay manual. De corazones solo entienden corazones. Entonces, circulan los informes que son corazonadas.
Sobre su corazón, varios descansan en la carpeta que dice "Reservado". No los custodia un ángel,
finalmente no existen, son aproximaciones en un sobre cerrado, pasos tímidos hacia la belleza.
Como escribir de la cumbre desde el suelo maldito,
del cielo desde el fondo del océano. O de una nubecilla que vuela sin tener alma de pájaro.

Sobre su corazón, vanos recuerdos, limitaciones, crónicas abstractas.
Palabras huecas o quizá rebosantes de certeza, falsedades de linaje académico. Conclusiones
sacadas de un vídeo oficial, razones literales. Conjeturas sin haber palpado el origen, sin tacto alguno ni experiencia de voz,
lo que significa una tragedia, la forma de evitar la monotonía del espíritu
y eludir las condiciones físicas de la compasión.

Decir que no es hermosa y luego arder en el infierno. Que es tan bella como parte de la gloria,
que resplandece en su interior una estrella sin nombre, tan solo para ella, para sí, por ella misma y para su firmamento.

Un paso corto de la mano de nadie, una mirada; un beso oculto que hace sonrojar los labios.
Este es su corazón, en la vitrina donde reposan los restos de las ciudades perdidas, con el magma que devora la tierra.
Oh, cubierto de hielo y todavía al rojo incandescente, al rojo como un cetro de cristal, una espada,
una palabra de amor colgada en la pared. Este es su corazón en el espacio,
pues entre dos versos que nada significan se llega a la comprensión del cosmos improbable; humo en perpetua expansión,
tragándose montañas de horizonte, sangre por ríos siderales.

En verdad, ¿quién no ha soñado su bendita presencia, catarata de pulso estremecido?
¿Qué alma no ha templado su candoroso filo en el yunque divino de su lengua?
Si han hablado sus ojos, testigos de la bienaventuranza, artífices de una promoción de historias terminadas en llanto,
sus ojos aferrados al peso adolescente de la hierba. He aquí su corazón según las escrituras,
en esta caja fuerte del poema, blindado de metáforas sin cuento, blanco como una noche de tormenta.



jueves, 25 de diciembre de 2014

la mitad del amor


Es el torrente, la voz que se atropella, belleza que se escurre entre los dedos.
Ondas tremendamente hermosas recorren el vacío creado por el fuego. Oh, y se respiran,
colman los pulmones (hasta el límite), su frontera de espasmo, hasta el verdadero soplo milagroso. Está probado
que ella es el milagro, es la bandera, la belleza que ondea y se articula: lo que no es natural ni debería haber sucedido
jamás. Y se renueva, siempre igual como una cinta en el pelo, una cinta en el árbol que señala
el deseo confuso de la naturaleza que no posee reglas de conducta
ni maldad. Procede anunciar que su benevolencia tiene carácter esencial, o simplemente cuenta la verdad
sin detenerse a aquilatar el precio. Estrena una verdad cada mañana; cada mañana sale a la calle
y rompe los cristales que ocultan el cielo, rompe los espejos que ocultan su figura temprana,
empañan su inocencia.

Es un caudal.  Su inocencia perfecta como un pecado alegre. Es la virtud  de las manos,
una ingenuidad curiosa -de rosa-, la ingenuidad de la rosa que saluda a la lluvia
o desafía al sol con un ramillete de pasiones. Es la pequeña astucia del candor que disimula su primera victoria
ante el color rugoso de la envidia. Ha sido nombrada por profetas, su alma ha recibido el don de la palabra
como una forma de nombrar el amor para la eternidad. Destaca en sus ojos un claustro de nieve
por donde pasea su imagen el viento, su mirada es un hábito, una salida
para aquellos que han perdido la esperanza.

Pero su voz tranquila, su étnica, su estética virtual. ¡Cómo acompaña! Qué compañía del ángel luminosa;
diríase una luz que se prolonga todo un pasillo hasta subir al monte y, en la cima,
allí se escucha el céfiro embalado, cogiendo lustre, se siente el calor de las estrellas y su ritmo, su mano exuberante.
Qué cumbre, o un tejado, asomada a la punta de la casa como un violinista. La urna
cerrada de sus labios musitando un silencio despiadado que, a su manera, suena a cuerpo herido,
a boca permanentemente viva, pluma aferrada a la dulzura de ser.

Una luz que recuerda a su lengua completa cuando besa las palabras y las suelta como si fuesen palomas
mensajeras. O lágrimas. El mensaje que siempre cumple su cometido urgente, se lee en la pantalla solemne de la noche,
en la ropa tendida, en las baldosas y en los carteles revolucionarios. El signo de este tiempo es el azul,
un tropo celestial que esgrime su tormenta de ideas: versos medio rotos, malos versos escritos con demasiado cariño.
Ella que luce la deserción del Arte, su amarga rebeldía, que sabe lo que tarda en llegar el verano
y lo que dura un beso en la distancia, lo que duele, ha de ignorar entonces
la mitad del poema, precisamente la que habla de amor con las palabras justas.




martes, 23 de diciembre de 2014

quiere decir


Esa palabra significa algo, tan en silencio escrita, tan obstinadamente impronunciable. Oh, los niños la pronuncian
sin abarcar su clave, sin negociar su extenso patrimonio.

Fuera del verso, se atomiza en dos renglones, desertiza la página
y funde la policromía del mensaje.

Ella ha creído en su fuerza, rango de muralla que pretende. Colgada en su función de soledad,
asolándolo todo con su especie. La hora de comer se ha convertido en rojo,
para que sepan. El minutero ha ganado la carrera con su auto novelesco
y sus ganas. Como que Rita se despierta siendo alguien diferente, y con aquella frase entre los labios (para desayunar).

¿Por qué nadie ha ligado un full de rosas? Si hace un día glorioso
y esta mañana ha nacido para ser declamada en el teatro.

Rodea la palabra un haz de sombras que la desentraña. En la mesa de autopsias, la raíz es un órgano excelente,
pertenece a una familia antigua que carece de honor, pero funciona; otras partículas vienen a diferir
el resultado, que precisa de un estudio específico, en detalle.

Esta chica tan dulce ha sonsacado a la poesía un epitafio de marca. Todo por el bosque -que no hay parque-,
junto a las ardillas revoltosas que no se acercan ni se ven (ya no existen) pero se entienden.
Alguien ha entonado una melodía triste, no en francés. Una ligera amargura que no tiene sentido
y el corazón de un árbol ha reaccionado tarde y la hierba ha emprendido una deshonrosa retirada hacia la noche.

Una palabra en francés que no es amor porque es el Alma. Propulsando auroras en misteriosas cápsulas,
la cruz que alcanza Júpiter en un suspiro. (Âme). El alma que ama tanto como puede, como sabe,
que a todos ama un poco, menos a dios.

Esta palabra significa el mundo. Meticulosamente pronunciada por su espíritu en el idioma que respiran las flores.
Keny ha masticado un silencio acerca de la flor, se ha peinado
en la orilla mientras la Luna sembraba su imagen sobre el lago, ha detenido el viento con un leve destello de su piel.
Oh, su risa frutal, su enredadera, hiedra que permite el beso y se despliega por paredes blancas,
líneas de vida en la palma alveolar del Sol.

Dentro del verso, no podía ser otra. La misma rima fácil -arte menor-, el truco convenido,
la paloma asfixiada en la chistera, los naipes arrugados. Tres rosas en la manga,
una por cada beso retirado en la boca. Quiere decir el Alma, quiere decirse un beso. Quiere decir Amor.



lunes, 22 de diciembre de 2014

una sonrisa distinta


Esta lucha es eterna. Las fábricas eternamente arquean su engranaje, expiden, despiden, impiden
la realidad, todo lo sumen en un malsano ambiente de humareda y vapor, contaminan hasta los espejos.
Estamos locos o ella entra a trabajar, se coloca su ropa de trabajo, sus guantes, su sonrisa invisible de Cheshire
                y guarda silencio.

En la calle huele a sol; se reúne una clase social con sus banderas. Los secretos cortan el aire, son tantos
como estrellas, el sufrimiento tiene demasiados rostros y habla demasiadas lenguas. Y, sin embargo, un alma colectiva
firma su contrato con la muerte, un espíritu digno que no se desanima, inmune al desaliento
y las enfermedades, un alma que resiste única en su pureza, inmaculada a todas horas
desde el principio.

El noble impulso donde ella se aísla al terminar su jornada. Su alma es un refugio y un baluarte, un tiempo
que no ha conocido infancia ni decrepitud adolescente, ni ha sufrido en sus carnes la brutal represión de la familia,
su asfixiante normativa, estricto código de comportamiento. El alma no: no se comporta, ni siquiera en las fiestas
donde se exhiben las mejores galas y se mira a los lados con adusto semblante mientras la música fluye
por un ángulo ciego del destino.

Cuánta dignidad en una gota de sudor, perla en sus manos abiertas, en su frente inundada de palomas,
crecida de poemas y promesas, ante la que habrán de humillarse los príncipes altivos del imperio, las reinas,
los generales hechos a sí mismos con el barro y la sangre que anegan los caminos.

Ella es eterna. Vibra en su frecuencia melancólica añadiendo belleza al universo, goteando una belleza distinta
que comienza en la raíz constante de su negro cabello y se desplaza por el aire como un aroma de contienda,
sed de batallas astrales. Siempre es jamás; la pulcritud del instante inagotable en que se ofician
infinitos actos de amor, diccionarios enteros para culminar un verso semejante a un jilguero coronado de azúcar en su rama.

Por la luz, desliza el arte su primoroso báculo para ordenar el fuego; que ardan las cabañas y luego los palacios
enterrados, las esbeltas torres puestas a resguardo del viento. Al destierro las mínimas ideas del poeta,
notario de su propio deseo, su completa ignorancia: pronto, su cabeza volverá a rodar desmadejada,
víctima de un nuevo ensayo revolucionario. Y ella asistirá al evento mostrando su pequeña tristeza en una sola lágrima
que mezclada en el suelo con la vida alumbrará un invierno sin estatuas de hielo, una primavera en el exilio.




sábado, 20 de diciembre de 2014

eterna


Un año más los versos vienen encantados: hay una razón. Existe alguien,
en un lugar difícil, escarpada montaña, Shangri-La, valle recóndito, allá donde el ancho Sena vuelve a ser un río,
tal vez, cerca del mar. Existe, entonces, un pensamiento azul que vaga por rutas de limitado tránsito,
venas secas de la tierra o arterias explosivas con sede en la misión del horizonte.

Explica ella que su ámbito, su ser, su acto es puro como la lengua rosa del glaciar, puro como una matemática
creciente; ¡ah!, que así ha de calcularse el precio de su imagen, el peso de la nada donde
hubiera creado una sonrisa, imaginado un beso, por cuya marca en el espacio se hubiese deslizado el movimiento
ansiado de su cuerpo, tan moderna como las alas de una nave nodriza, especular y vibrante
como un debate en torno a la mágica esencia de las Hadas.

Ella que ha colmado un año de ilusiones con la sola energía de sus labios, el máximo producto de su pecho.

Late en sus ojos un poema de invierno, nieve que habrá de restaurar su imperio bondadoso,
la conexión entre la plenitud del cielo y el desánimo profundo de la roca. Una odisea, canto al desaliento, la cura de humildad
de los ancianos dioses que ven corrompida su obra permanente, derrocados por una pequeña heroína descalza
que entona su canción de cuna, su comedia sobre un rayo de noche en mitad de la flor. Oh, ¿no sería más justo
retirar a la flor sus honores de rosa, faro en la encrucijada?

Se dice que ha vuelto a nacer, un año más. Que ha reconocido a su poeta
o ha comenzado la instrucción de su nuevo milagro: la multiplicación de la inocencia. Tantos cuerpos salvados de las olas,
jadeando en la playa, hasta los arrecifes de coral, tantos niños salvados de la guerra, niñas en casa
estudiando tranquilas, camino de la escuela con ese bronce suyo de alegría. Ella tan firme,
resuelta a desmontar el rompecabezas ladrillo a ladrillo, gota a gota de lluvia hasta que la tierra arda como una sombra
al mediodía, quiebren las nubes su cadena de plata.

La rutina de ser única estrella, sin firmamento ni lágrimas de altura, sin que a nadie sorprenda
la forma de su alma ni la categoría de su aliento. Ha amado, y basta. Su corazón ha fingido la paz de la victoria,
ha sufrido un diluvio de nostalgia. Ha soñado con dios entre mil versos. 




jueves, 18 de diciembre de 2014

como un rayo de sol


A todas horas, el poeta se pregunta por ella: ¿dónde está? Precisa un referente, sendas coordenadas
de la parte física de su ausencia, el parte de guerra de su ausencia, ¡una cartilla de racionamiento de su ausencia
gigante! En el verso ha estado un rato, por una pequeña eternidad que, sin embargo, ha concluido
antes de empezar a acostumbrarse (a no ser). Acaso una sombra (ni caso). Una sombra de ojos como pantallas
de cinemascope. La sombra de sus ojos que es tan blanca que tiene el peso de un rayón de nieve, nieve que quisiera
parecerse a su boca. Pues hay en sus labios una brusquedad del beso, una búsqueda reciente.

El amor re-traquetea, se confiesa, duerme en su lugar a pesar del estrépito de los raíles,
pese a la fogosidad redonda de la máquina que late y llama al corazón, que lo adelanta y ve pasar
la grotesca llanura fantástica, superficie de asteroide en órbita potencialmente adversa, el ruido inconsciente
que anuncia la llegada del ángel a alguna estación término de nombre legendario.

Llega el amor antes que el beso. Ya fragua su tibieza en otros labios. En el verso hay tantos labios,
tanta piel... El verso es un odre de piel, un orbe seco, el reflejo estridente de mil rostros que sonríen ajenos;
la instantánea de una lágrima reina, como la foto-finish de dos gotas de lluvia. En el verso coexisten
varias formas del amor; está el amor cruel, el amor al arte (siempre desempolvando el arpa), el amor fou (para toda la vida)
y el amor de los amores (remedo del cantar de los cantares). El amor cruel no necesita explicación,
se ilustra por sí mismo, pero, de él, podría decirse que da dolor de cabeza. Lo que sobra en el verso
es tanto desamor, síntoma de una debilidad insostenible, desarraigo masivo. El desengaño ocupa un rango
desconocido, rima con palabras rusas o con palabras falsas que se esfuman en un tris (stushevatsa!).

El hecho incuestionable: ella no está. Su voz se escucha como un martillo delicado
en el salón del trono, sonido previo al del cuarteto de cámara, previo al canto del cisne enérgico que corona las celebraciones.
Su voz es la matriz del parlamento, un discurso poético que vuela a mil verdades por segundo.
La manera de engancharse la voz en la garganta, de pronunciar su luz como si fuera una caricia, promesa de armonía.

Ella aceptará el amor y sonreirá en privado dentro de la boca. Cometerá un pecado en su tibieza,
renunciará al deseo en aras de la única esperanza, un suspiro exclamado en otro mundo que rozará su cuello
con la premura del ignorado aliento de la aurora e irá a posarse en la ranura blanca de su pecho, diamante
que rendirá su espejo al sonoro vaivén de la respiración, la fragancia continua y el adorable empeño.
Pronto, su corazón se asomará a la calle, saldrá al balcón a ver pasar la íntima corte de los primeros besos
y escuchará el poema más hermoso que soñaran los siglos, tan dedicado a ella como el rayo de sol se dedica a la rosa
y la nieve responde a la viva emoción de un cielo enamorado.