La sombra de su amor permanece sobre
una cordillera de plata, se desplaza como la de un pájaro serio,.
Su corazón emite un mensaje que inunda
el cielo de una luz intensa, alba meticulosa. La sangre,
fascinante piélago, fluye como un
trance por laderas cubiertas de blancor nevado, rasa hierba.
Su pensamiento zurce parches de
realidad, avanza entre noches y tardes aburridas, entre palabras y silencio,
es reflejo del amor, rastro de un alma,
un recuerdo enraizado en el alma que sufre su abandono
en este mundo, pegado a la tierra, tan
lejos del aire fresco y su corriente.
Su pensamiento dibuja estrellas, es
tan artístico como una ola, no necesita máscaras. Moldea formas con su arcilla
primordial, una forma que arrasa y lo
contiene todo en su discreto vientre. Ella negocia el aire con la sombra del
viento,
orquesta campañas de prestigio cuya
destinataria es la nada que rodea la obra. Pero su obra
decreta la definitiva resurrección del
buen gusto, se sitúa en el extremo de la abstracción donde la muerte imita
el dulce trino del jilguero y la
realidad es igual a sí misma, sin pinceladas exóticas ni acontecimientos
triviales.
Existe una quietud aberrante por donde
ella se mueve dictaminando excusas.
Su amor pertenece a esta clase de
roles del pasado, su voz logra un convenio con una tradición de trovadores.
Ella es pequeña, mas no en lo físico,
no en su pensamiento gigante que se expande como una bola de nata,
como una nube histórica, lo es en el
cariño que sienten quienes admiran su tristeza
e imaginan su cuerpo suave, la
suavidad de sus manos pegadas al imán de una débil sonrisa. Cuánta fantasía
desprende,
cuánto se llora su ausencia, el
espacio vacío de su estilo, el pasillo tantas veces recorrido con idéntica
esperanza.
Su ausencia es el ejemplo perfecto de responsabilidad.
Queda la voz, la voz que es un poema y
no termina nunca, siempre se muestra inacabado,
reciente, reticente. En el arte, decir
su nombre, nombrar su historia con un término adecuado, parece un imposible ,
hay que calibrar el perfil de su cabello,
desandar su rutina misteriosa, comprender su milagrosa prudencia
-ansia de libertad a cualquier
precio-, amasar su fortuna, beso a beso.
Keny siembra un esqueje de amor, brote
o fragancia, impulsa su conciencia que es una flor hacia otro estado,
doma un león de olvido. Regla número
uno: no amar. Ella no sigue las reglas del mercado, no usa metáforas
detestables,
sin testar en la prosa, su intuición
es teoría y lógica, se sostiene y resiste la comparación más atrevida.
Keny ama con todo su pequeño corazón
que traspasa las flechas, no conoce barreras ni montañas
de espuma, ni cumbres atizadas de
fuego: es un corazón valiente.
Dicen que la felicidad es un planeta
errante, un punto ajeno, un asunto de otros y para los demás. Y ella, que ha crecido
con el sueño de una vida fuera del sistema,
ahora se halla dentro a solas con su mente, sola con el verbo
y el amor, sola con un verso que se repite
en su estómago, un verso ajeno como un planeta errante,
el verso de otro, solo para ella, un
verso lleno de felicidad.
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