Descender, buscar el verso, no la inspiración, el verso.
Bajar por la escalera, perseguir profundo, horadar el viento
bajo la sombra
bajo el fango
bajo la tierra
bajo los huesos
bajo el infierno también
La miseria es un arcón donde cabe la vida, el arca donde
te tumbas
y no puedes respirar. Descender de la miseria es fácil,
un escalón abajo y ya no hay
nada que decir
nada que oír
nada que perder
Por la calle caían los insultos, piedras de los árboles.
Dios blasfemaba lo suyo
masticando ese silencio suyo general. Los pobres iban en
piadosa comitiva tras un hombre gris
llamado El Mesías. En la montaña se produjo el discurso,
el hombre gris sermoneaba multitudes que sofocaban sus gritos
de desencanto y pasión
el hombre gris resultó ser
un desgraciado
(mal encarado)
un desagradecido
demasiado gris
Tal blues sonaba como si quisiera cargarse el rap,
herirlo en su cadencia desastrosa, rayar definitivamente el disco.
Las chicas mascullaban, los gatos maullaban y el agua
corriente se desahogaba al calor. Había hurtos,
bestias de color azul, luces de color de luz, obras
inconclusas.
Perros de pelea dominaban el parque con sus fauces
(¿o era el cementerio?)
mordían el crepúsculo
se ensañaban
aullaban como lobos
pisoteaban cosas
A lo lejos, lejos, lejos,
una muchacha única con un pie dentro del poema y otro pie
en la acera de la calle de la gran ciudad.
Sus manos, sus ojos; no, su pelo no. Sus labios, su
antena, su voz. Un cigarrillo entre los labios,
húmedo rumor acercándose al foco literario, el verso que
se arranca las astillas de la carne,
sangra metáforas como una roca de Marte.
En un portal que
no se puede creer. El ruido de la hierba al explotar su aroma, el rumbo
de un alma perdida. El sabor del odio, dulce como
extraño,
tentáculos sobre la piel preciosa del amor.
Las ventanas son puertas reducidas
hacia el asfalto
hacia el sur
hacia la parte sucia del destino
Verla. La tentación de verla y no dejar de mirar; se conoce
que su refugio es el arte y habita el poema,
anda por él como por casa; y no sale de casa: para qué
salir si fuera del poema no existe tanto amor,
ni existe otra palabra que prometa tanto. Sobre el papel
su belleza no deprime, su talento fructifica y no se acomoda,
escala estilo, se estiliza como una torre blanca, no ha
de ocultar su factor desesperado ni su función diamante,
su forma en el espacio. Aunque el poema sea la sucesión
de formidables ruinas que parece, lo que no hay que decir
porque está feo, y al parecer es ese algo que no debe
decirse en ningún caso porque asquea y desune,
desinfla la realidad en moralejas de humo para hurgar en
ellas con las garras de un crítico salvaje
(o hurgarse la nariz a dentelladas). Pues aunque el poema
surja fláccido y proteico -desobediente- y camine hacia su perdición
con la cabeza bien alta y el andar maquiavélico de los
borrachos más heterodoxos, con una mano delante y otra atrás,
como se viene al mundo, hay en él un hogar con su lumbre
de hielo, hay una cama hecha de carámbanos y ramas y hojas,
un sillón de hiedra; y desde su atalaya se divisan renglones
importantes: la mitad de Francia y un páramo crecido.
Entre sus líneas, las palabras se doblan y se baten en
duelo, se desangran y muestran toda su impotencia.
Ella vive en el poema como vive en el mundo
en la distancia besa como besa en el mundo
en el poema ama como no puede ser
No hay comentarios:
Publicar un comentario