relatos, apuntes literarios...

jueves, 19 de febrero de 2015

bajo la tierra también


Descender, buscar el verso, no la inspiración, el verso. Bajar por la escalera, perseguir profundo, horadar el viento

bajo la sombra
bajo el fango
bajo la tierra
bajo los huesos
bajo el infierno también

La miseria es un arcón donde cabe la vida, el arca donde te tumbas
y no puedes respirar. Descender de la miseria es fácil,
un escalón abajo y ya no hay
nada que decir
nada que oír
nada que perder

Por la calle caían los insultos, piedras de los árboles. Dios blasfemaba lo suyo
masticando ese silencio suyo general. Los pobres iban en piadosa comitiva tras un hombre gris
llamado El Mesías. En la montaña se produjo el discurso,
el hombre gris sermoneaba multitudes que sofocaban sus gritos de desencanto y pasión

el hombre gris resultó ser
un desgraciado
(mal encarado)
un desagradecido
demasiado gris

Tal blues sonaba como si quisiera cargarse el rap, herirlo en su cadencia desastrosa, rayar definitivamente el disco.
Las chicas mascullaban, los gatos maullaban y el agua corriente se desahogaba al calor. Había hurtos,
bestias de color azul, luces de color de luz, obras inconclusas.

Perros de pelea dominaban el parque con sus fauces
(¿o era el cementerio?)
mordían el crepúsculo
se ensañaban
aullaban como lobos
pisoteaban cosas

A lo lejos, lejos, lejos,
una muchacha única con un pie dentro del poema y otro pie en la acera de la calle de la gran ciudad.
Sus manos, sus ojos; no, su pelo no. Sus labios, su antena, su voz. Un cigarrillo entre los labios,
húmedo rumor acercándose al foco literario, el verso que se arranca las astillas de la carne,
sangra metáforas como una roca de Marte.

En un  portal que no se puede creer. El ruido de la hierba al explotar su aroma, el rumbo
de un alma perdida. El sabor del odio, dulce como extraño,
tentáculos sobre la piel preciosa del amor.

Las ventanas son puertas reducidas
hacia el asfalto
hacia el sur
hacia la parte sucia del destino

Verla. La tentación de verla y no dejar de mirar; se conoce que su refugio es el arte y habita el poema,
anda por él como por casa; y no sale de casa: para qué salir si fuera del poema no existe tanto amor,
ni existe otra palabra que prometa tanto. Sobre el papel su belleza no deprime, su talento fructifica y no se acomoda,
escala estilo, se estiliza como una torre blanca, no ha de ocultar su factor desesperado ni su función diamante,
su forma en el espacio. Aunque el poema sea la sucesión de formidables ruinas que parece, lo que no hay que decir
porque está feo, y al parecer es ese algo que no debe decirse en ningún caso porque asquea y desune,
desinfla la realidad en moralejas de humo para hurgar en ellas con las garras de un crítico salvaje
(o hurgarse la nariz a dentelladas). Pues aunque el poema surja fláccido y proteico -desobediente- y camine hacia su perdición
con la cabeza bien alta y el andar maquiavélico de los borrachos más heterodoxos, con una mano delante y otra atrás,
como se viene al mundo, hay en él un hogar con su lumbre de hielo, hay una cama hecha de carámbanos y ramas y hojas,
un sillón de hiedra; y desde su atalaya se divisan renglones importantes: la mitad de Francia y un páramo crecido.
Entre sus líneas, las palabras se doblan y se baten en duelo, se desangran y muestran toda su impotencia.

Ella vive en el poema como vive en el mundo
en la distancia besa como besa en el mundo
en el poema ama como no puede ser




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