relatos, apuntes literarios...

domingo, 1 de marzo de 2015

hacia la soledad


Ella llevaba el cabello cubierto por un pañuelo blanco como el cielo visto desde la parte de atrás del autobús.


En busca del amor, como si fuese un trozo. Trozo de la cruz de cristo. Trozo de pastel de manzana.
Trozo de la totalidad, o pedazo. A la totalidad, se aspira; existe una tendencia hacia la confluencia espiritual,   
el nirvana colectivo, la generalidad del sentimiento. Se trata de un amor totalitario que provoca indefensión y pánico.
El amor es un fiasco colectivo; en lo individual, el fracaso se difiere, se endulza o se encubre con una manta abrigada,
el fracaso se arropa hasta lograr cierto ahogamiento, aislamiento, que es como decir alguna soledad maravillosa.

Sobre los poetas: son muy diplomáticos. Se ve que los poetas no escriben poesía, nada que se le parezca.
Tejen valientes coronas mortuorias, elegantes mortajas para el canto, cuelgan de las vigas sus ristras de silencio.
Los poetas naufragan, el Poeta no. Él establece su monarquía por derecho no escrito, se consagra
en el anonimato. Crea solo para ella sus puzzles extranjeros en ese idioma suyo tan amargo,
que no sabe francés, que no es francés. Sigue para ella lo que ella ignora, lo que ella nunca podrá amar.

La gente habla de amor, o se enamora. El Poeta intenta soslayar su escándalo, mitigar el ruido
de las alas y el espanto del mar, se arredra ante el candor de la naturaleza, no quiere oír a los cachorros
ni deslindar las nubes, ni atribuir favores a la rosa, prefiere la inocencia de un rostro en el vacío,
plasmado en la pantalla como un fresco mural, como un retablo, la belleza que roza el corazón con su estatura
y anuncia un nuevo espejo desolado.

La distancia es un arte que no se encuentra a sí mismo. El Poeta traza un verso luminoso que viaja
mil kilómetros en vela a través del cuerpo de la noche. A semejante altura, las palabras multiplican su elástica
torpeza, suman significados inconscientes: alardean de campo antes de caer sobre las dunas.

A ella le basta con sentir el cacheo del viento, con apartarse un poco para sentir el viento entre las manos,
soltarse el pelo, desabrocharse el alma y repetir un movimiento de absoluta quietud. Ella se trenza como un resorte,
como el extremo sur de un laberinto, el paisaje que frunce su frente única hasta inducir la aurora.
Urge su verso, rabia en el fondo, todo se inspira en la canción continua que se ahorran sus labios.

La gente se enamora y los poetas no. El Poeta se ha enamorado de ella porque sus versos traman una conspiración
simbólica, desbrozan la maleza descriptiva y saturan el lenguaje de connotaciones, en ellos, el amor
se difumina hasta ocupar la posición del aire; tanto amor se agrega que forma un espejismo deslumbrante
y desaparece.

El poeta grita en su interior, solicita un beso con los ojos cerrados, revive el instante cero de su ausencia,
apela al instinto de aquella muchacha distinta que transformaba en sueños las palabras cumplidas
y tenía una voz para el recuerdo, para echarla de menos, y otra voz para avanzar a tientas hacia la libertad.




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