relatos, apuntes literarios...

domingo, 5 de julio de 2015

silencio


Keny -K- sufre. Sensible. En Francia el frío como el hielo, las noches, trozos de noche helada.
Siempre se encuentra una estación de Francia para llegar al cielo.
El viaje se complica, no hay billetes: puedes ir de polizón, eludir al revisor que inspecciona los vagones con esa mala idea.
Da igual; la nube se despinta a chorros de licor, benefactora. Suave es el país
del vino y los licores, reducto de la inteligencia, bastión y recoveco. Se suceden los paisajes orientales,
el tabú de unos pies vendados, diminutos, la sonrisa sintoísta, karma y virtud.

El sufrimiento entremezclado con dosis de relatividad. El mundo es un relato
que adquiere pautas, visos de realismo salvaje, limpia realidad aun a rebosar de sangre. Lápidas que se inundan
de sangre y de color, lápidas solas en una esquina del valle; a falta de una crónica tranquilizadora, la reseña verbal
tímida como un grito. A falta de algún detalle tranquilizador, aterrador, el signo precisamente dado
a tal efecto, la producción del miedo, una producción de serie B.

Ella está actuando, actúa llevada por el romanticismo, a la luz de su ideología amorosa. K es una chica con elevados
principios, sincera con su amor. Su verso es reflejo de otra alma.

Vuelan palabras en línea, curvas casi redondas, redondeadas líneas más cortas que decir ni mu. En esto, los chicos
cortan la avenida con barricadas de humo, letras de una canción latinoamericana que habla
de la patria. Keny batalla con un libro de poemas. Entabla un diálogo perfecto en el que no se oye una voz
más alta que otra, ni la voz del poeta ni la suya. Un coro de misterio alejándose del borde, mirando
al mar con ojos claros, pintados de horizonte. La letra del amor disimula su encanto y K viaja en su mundo tan probable,
lleno de música, asimilando el curso de aquel río, su vértigo profundo.

Sufre la tierra su manía rotatoria, el giro meticuloso, su elegancia gravitacional. En medio del universo el sistema
se tiene en pie, sin orgullo. El espacio padece por culpa de su dinámica legal, los campos de energía que acometen con furia,
energía transformable, amable, un poco manirrota también. Y aquí la gente se conforma con una tarde
de viento, un pequeño síndrome glacial, la miscelánea climática que expande sus recursos.

K sufre por alguien que no canta, no hace valer su voz. Demasiada preocupación para la belleza y su rango. Su pelo,
tremendo cabello, luce triste y hermoso como una soledad agonizante, un indicativo del amor que comparece
ataviado de luna y fantasía; es el momento de sacar el mejor vino, la fruta más dulce, el pan inexcusable. Oh, es precioso
verla sufrir ensimismada en un galón de oxígeno, un paraje estepario que contiene sus rápidas palomas,
su resplandor de flores, su trágico final. Verla llorar a paso lento
con un dedo en los labios.




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