Keny ha salido, no
del cine, no
detrás de un verso. No. Un verso que
obsesiona, es ritmo y nada entre dos letras,
entre dos lenguas
idénticas. Nadie piensa en el poeta
que recorre la ciudad, sus vías muertas, sus andenes,
la longitud total de su columna. Las
piernas de la ciudad se extienden
bajo el suelo, se extraen de él. Los
labios de la ciudad
muerden.
Hay boca:
del metro, del hambre, del sol. Qué
nimiedad esta perforación intrincada
y todo para llegar igualmente tarde.
Keny reduce su búsqueda a un millar de grupos de objetos semejantes;
tararea, bombardea un nido con sus
manos vacías; ah, el amor le ha susurrado una página
entera de pesares al oído. El amor es
un magnate del petróleo
en horas bajas que viste con
solemnidad y especula con las leyes del olvido (con el aire, cualquier
cosa sin valor). El amor ha prologado
la última novela: punto final.
No tiene poema que mostrarle al espejo
-el poeta-, parece que sí, pero no
tiene; se mira intensamente y lo que ve le llena de temor,
una idea que se abre paso a codazos
(sobre el tiempo). La poesía
fracasa siempre por culpa de la hierba,
tan ejemplar, fragante, lejana;
en este asfalto la hierba viste
estrafalaria, pica, no motiva lo suficiente,
es un producto caro. Aunque el poeta
la necesite
para surcar y modelarse como un trozo
de realidad latente
(y cortejar a Keny en las antípodas).
El cortejo es un chasco sin estilo, otra
decepción. Ella -menos mal-
se decepciona en francés, es más fácil
no entender su cólera, no añadir líneas al drama (¿o eran ceros?).
Está muy guapa con ese pequeño mohín
apercibido, esa justicia
secreta que imparten sus rodillas
de tal modo fugaz.
Quedan confinados los poemas en una dirección del pensamiento
-en el mejor de los casos-, como una
cajita de música
hecha del mismo fuego, una invención estival.
Llegará la primavera
y el espejo dejará ver la invencible montaña
de los ángeles, su clase de poder, el volcán
que ruge en las tinieblas. Ella
vendrá, su corazón saldrá a recitar el alma
como quien prueba esta palabra dulce,
luego aquella, una cascada de rimas encadenada al silencio.
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