Jordan
en el Mundo. En su mundo de gratas avenidas, Pasajes. Ha cronometrado el tiempo
que se
tarda en decir Adiós. Una palabra. Los ángeles decían (a su espalda) que el
camino
empezaba
mal, había comenzado en plena cuesta. Que el fango complicaba el vuelo,
este
deslizamiento perezoso y soñado.
Avionetas
por encima de la luz. Despacio, un ruido bimotor.
La
soledad de la plaza soleada, los niños jugando a todo meter; intromisiones de
la naturaleza, el parque
alargando
su mano vegetal, vegetativa, insana. Sucesivos desengaños de manera que no
afecten
al
comportamiento. Niños jugando con una pelota de papel, una comba derretida.
Neumáticos y otras
fechorías
como elementos para el desguace, factorías de elementos montándose
microrrelatos
de infancia. Angel Haze en el reproductor, al altavoz,
¡cantando!
Tras el
lenguaje, todo el lenguaje. Divertidos encuentros con la fatalidad y el Arte.
Se las
prometía muy felices; esa facilidad para simplificar
los
ideales e identificar sin duda emociones y objetos. Esta objetividad de la
reacción ante el estímulo vintage.
La
precisión de sus categorías. Jordan y su taxonomía avanzada, sin prolegómenos,
al brote de la idea. Pensando
en ella
un millón de corazones
débiles.
Un surtido de grandes corazones razonables colmados de esperanzas gigantescas,
mortuorias.
Palomares
enteros de corazones vibrantes, al bote como pelotas de tenis, al vuelo
de la
idea. Una ley distinta a cada paso, y el estigma dorándose en el horno.
La poeta
en el árbol –por decir un lugar– con una vista magnífica de la puerta de la
calle. La calle como ámbito estricto
y
diferente. Donde sucede el día y la noche se oculta. El parque pernocta por la
calle
igual
que un sin techo millonario, animal que al cabo enmudeciese. Hay que ser un
romántico
para
intentar un verso en estas circunstancias, mientras la gente derriba
catedrales.
Ángeles
hay que aguantan el tipo como vigas maestras; gente que es una apisonadora en
el océano.
El mundo
ahora se ha quedado pequeño: estaba lleno de proezas. No cabía un milagro
ni
desnudo. Después de Auschwitz la belleza ha cambiado de estilo como de origen,
se ha personificado en un recién
nacido
que llora para siempre.
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