El
milagro se obra entre los ángeles, tiene un corazón de oro.
Jordan,
que anda entre los ángeles, se codea, duerme; vigila su alcoba con un ojo
abierto. Qué fácilmente
ha
desparecido la violencia de los callejones, ahora todo son avenidas radiantes,
lisas
como rampas, ajardinadas todas, vigiladas por una sombra
que
quiere ser, quiere la historia, conocer el arte impúdico de los mortales.
Lanza
una mirada infinita sobre el pavimento
y abre
surcos en la noche, letanías para el rayo, son líneas de Nazca que se
distinguen desde la base;
qué
trazo equilibrado y fecundo. Esta palabra dirigida a una audiencia aterrada,
presa
del pánico en su habitación gigante por donde pasan el aire y los ratones, los
cumpleaños son sin tarta
de
cumpleaños y las velas amanecen
como clavos
de luz.
Ondea el
espejismo, la palmera crea duración para notarla con las gafas puestas en las
tres estaciones del espacio,
la
palmera curva los paisajes y se muestra en su llanura lunar, sobre un cráter
masivo,
estimulante. El polvo sigue eclipsando el divisadero, montaña
y
atalaya. Antes se veía venir. El miedo se veía
cuando
avanzaba riendo con esa risa tosca y esa voz.
Los
chavales han estado esperando algo toda la vida. Mientras crecía el parque
y las
profecías se iban cumpliendo por orden alfabético. Ahora son seres humanos
hechos y derechos,
sin
derechos pero con la cabeza alta por la acera emboscada. Ya no hay tráfico
según y
cómo. Los autos han dado paso a otra velocidad, el impulso de la
sangre liberada.
Jordan
está por encima y se molesta. Nunca se disculpa. Su amor es un verbo,
en
acción, su amor que no se relaciona, tampoco se resigna, o no existe. Su amor,
un poco de nada a esquivar, transparencia
y pudor,
su pequeño, terapéutico amor.
El sol
está desnudo en su poltrona, hay un eco que se llama trasluz, un desierto que
se pronuncia
flor. El
día empieza de nuevo y cualquier signo puede malinterpretarse. Es tan sencillo
perderse en el parque
como hallar
el laberinto y romper al destello, desfilar emergente por la única avenida,
sobrevolar
las ruinas de una civilización invernal. Donde la música continúa
enfrentándose
al fuego y hay estatuas de plata, personas que brillan al anochecer.
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