Tira de la cuerda. La belleza está ahí,
en ese otro lugar. A vista de pájaro
el parque representa un reino
clandestino. Los ríos sufren el insomnio de tantas noches sin luna,
vuelan las palabras como espinas del
jardín. Vuestra pequeña heroína convierte la mañana en territorio
y los enamorados sollozan al recordar
su perfume. Ella lo siente, profundiza en el único sentido del tiempo.
Hace calor; y el frío quema por partes
el cuello del cisne: el portal finge su infierno,
el hielo causa estragos entre la
poética. Madre baja a la calle a medio vestir y pregunta su nombre; de fondo
música portátil, elegante, finamente
ensamblada. Cuánto humo, a pesar de las gaviotas que bucean
estáticas. Es el mar, sufre de insomnio
permanente,
ruge como un sultán enfebrecido, aloja
un millón de naves en su vientre de piedra; por ello, no confiéis en él.
Ha prometido un techo de oro, quizás.
Una columna de oro
detrás de otra columna, mármol solemne,
esta materia tan dulcemente trabajada; una entrada pornográfica
al templo. Y la rigidez de los bustos,
cuerpos mutilados. La historia en el diván del fontanero,
riñendo con el peso de los siglos,
hecha un estanque lleno de huesos limpios.
Ella ha prometido un fósforo, algo más,
un cigarro puro, las llaves de la ciudad. Esta mañana
se ha peinado con un hilo de luna
(hallado en otra piel escalofriante), ha bajado a la calle descalza y sin
motivo,
reaccionando con mesura a los ecos del
baile (solo en su cabeza). La mente disimula,
pero está en su proceso; así perfila
escenarios de creación donde se funden las promesas con los libros y gravitan
neutros los arcos a ambos lados del
vértice.
Fuego quisiera; una intención cautiva
de darse en oleadas, repetidamente, y conectar
con la hermosura de un grano de arena.
Fue prudente, y merecía por eso un trato. Logró derramar una lágrima
sola, una lágrima virgen sobre el
lienzo, el papel de espuma que mecía la gloria. Con letras doradas,
se enhebró la joya y en su jaula el
pájaro anduvo alicaído, sitiado por el hambre. El humo era
legión y los poetas condenaban sus
almas al caer la tarde.
No hay comentarios:
Publicar un comentario