relatos, apuntes literarios...

jueves, 14 de abril de 2016

incomprendida


El tiempo se ha quedado sin palabras, pero los nuevos turistas visitan las ruinas del zócalo y el malecón,
la sacristía y el ábside, entre otros lugares emblemáticos. La desolación invade
zonas peatonales donde la gente está de más,
bulle en una maraña estricta.

Vecindarios gentrificados a conciencia pasaron de las musas al contrato
y fueron arrasados por un angelote neoliberal. Las llamas se veían desde la orilla contraria, el cielo
ofuscaba su significado y los pájaros reñían por una rama baja,
dignos embajadores del odio. Ah, sonaba el piano con la misma fuerza que las balas, una anciana gemía a resguardo
del último callejón invisible.

Árboles hijos de la penumbra radiactiva, nubes ácidas, ácidos de palo inundando la avenida. Entonces,
aparece Angel Haze por un recodo de la calma; esto es un descampado
infame y los fantasmas realizan sus apariciones o hablan lenguas extranjeras (¡escriben en ellas!) sin ningún talento
especial. Angel aguanta el tipo y anuncia un simulacro de incendio americano. Las llamas
riman con el humo del hachís y todo el mundo probablemente tenga un sobrenombre para la ocasión.

Sobre su nombre no hay escrito un maldito epitafio: es un hueco que habrá que rellenar, un bache en la literatura
en lenguas olvidadas. Dicen del marmolista; un trío de ases en la manga de los muertos.
Lápidas para grabar un disco monumental, hacer pinitos en el arte.

Angel puede musicar la tragedia del arte como una incomprendida, sin efectos indeseados ni mariposas
clavadas en el viejo palimpsesto a punto de volver al polvo. No necesita
ayuda; ha poetizado su forma de forma que trasluce un heroísmo elevado y de una blancura expectante. Dios
se encuentra en las palabras y ha rozado la nota menor con grave silencio técnico. Técnicamente,
dios es un resto arqueológico, el cociente adecuado a la excavación de la memoria.

La música se funde, el baile contrapone su estructura;
esta física tremenda que diluye, gota a gota, la esperanza; porque la lluvia ya no es demostración
sino pura contienda, puro acto de amor sin cuerpo en la garganta.




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