Definitivamente, no, no es W. Sin pradera
personalizada,
el polvo arrincona al huésped, lo taladra. La
hierba ha funcionado mejor en otras ocasiones, se ha prodigado
como una suave carga. Sobre el tedio de la espera
prevalece una ansiedad
autónoma; esa forma de no mirarse en los espejos y
no saber. La belleza
parece venir de otro planeta, de otra planta,
parece
acurrucada en un rincón de la persona aguardando la
misericordia del tiempo.
Oh, su belleza es ideal, debería pronunciarse
esdrújula grave, con devoción atenta, debería
proclamarse con toda la piedad del silencio en un
solo país, de la garganta: digna región
donde acudiera el arte (después del aire puro).
El viaje ha sido. Es. Ingrato, no hay trenes que
lleven tan lejos, ni siquiera
en la vieja Europa. Pasan los estados como del
líquido de una lágrima suya al puerto espiritual
de estar a solas, ese tipo de transiciones de fase.
Y la familia que pesa como una exhalación; rápida como un poema,
sufre las consecuencias de su continuidad.
Es como estar viendo a Akua Naru sentado en el sofá
(tal espectáculo
maravilloso). El lugar de carretera que no admite la entrada
–“reservado el derecho”– se reserva el derecho a
despojar, el derecho abusivo que restringe, usurpa,
se arroga un procedimiento crudo, su odiosa
legitimidad. La lentitud
de los días de invierno frente a la chimenea,
contando estrellas. El hogar, entonces,
es una bendición de las peores, corresponde a un
panorama inmenso y nada acogedor.
Es tan bella que extraña. Su inocencia es la espiral
del universo
partida en dos. Sus labios son dos clases de
demonios, uno es el ángel de la fresa y sabe a sangre cuando lo tocas.
Dicen que el infierno tampoco es una habitación
enorme. No es un piso
de soltero para fumar y sonreír.
En la ciudad, alguien conoce su destino y ella
gatea a ciegas hacia allí, garabatea un catecismo
antes del primer amor, se pliega a la multifunción
de las luces transparentes. Ahora, sube a un auto
en medio de la felicidad. No se atreve –todavía.
Los besos pasan rozando su talle, perpendiculares a su risa por venir,
las rosas han entrado a tiros por la ventanilla
abierta y su perfume
es una crítica sorda a la ignorancia del mundo.
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