Amor, mano de rosas. Dentro de la monotonía se deduce el milagro:
contra el Amor. La línea recta es una fuerza motriz, es una vía rápida
para transitar sin prisa con vistas
al romanticismo. Los besos flanquean el recorrido, andan por ahí
tirados,
callejeros innatos, domesticándose como gnomos de jardín, como esas
flores
negras que enseguida sonríen.
Este poeta confiaba en el tiempo igual que un árbol; habrá de llover
mañana. El futuro
de la Naturaleza difiere algo del espacio corriente de las
realizaciones, diseñado para el fanatismo y no para la dialéctica;
se da un clamor por el verso-anuncio que pasea por todas las aceras que
se echan en falta
disfrazado de mal negocio, poco pulido. El Arte llama al Amor su
territorio
y corta por lo sano; dibuja ombligos como minerales,
atenaza las sombras y las echa un sermón para que se desplomen
o despierten en un corro de luz carbonizada.
Nada mejor que desatarse bajo la claridad orfebre de los días de fiesta
(y su rebaño);
integrarse en el montón y ser humilde porque es necesario y puro.
Confirmar el hecho estrafalario, la pálida
sanación de los motores.
Jordan tira la primera piedra (se ha dado en el pie). Ahora quiere
besar con el sudor resbalando por la cremallera del cuello,
ese calor de espuma y terciopelo que se dice
miseria (por no citar la sangre).
Antes había un parque como es natural, normal y en sus cabales, con su
cercado y su tamaño
geométrico, su forma increíble de tanta curva y grato enfoque; a vista
de pájaro cobraba sentido, se actualizaba
con estanque o sin él –pequeño Walden–, contaba la madera y cada tronco
era un satélite, cada tallo, un árbitro. Era posible adentrarse y no
naufragar, ni perder la razón en diatribas, soliloquios
o mordaces conversaciones telefónicas. Un aire bizantino
fondeaba en las sendas y lograba un epílogo sin estridencia.
En la cabaña del recodo no está la niña que había, no está sentada a la
puerta del baile; el poeta
ha grabado un corazón roto en la corteza del viento y solo Jordan puede
verlo
mientras busca un tesoro deprimente y se muere de ganas de besar.
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