Ah, los poetas, celosos como escritores nativos. Al menos hay un poeta
sin contactos;
que no cita la belleza del cisne ni se aturulla con el corpachón de sus
alejandrinos. Este poeta es hombre de una sola
nave, un solo poema lo tiene trabajando de sol a sol, sin arte de por
medio,
sin intermediarios. Un rimero de alas, un cementerio de ángeles, ni una
cruz.
El parque amanece cubierto de ley; durante la noche han crecido las
paredes
como si fueran rosas cúbicas, nada tibias. Por encima, el cielo se
reduce a un polígono necesitado de esperanza. El canto
surge a pesar de la nubada, súbito y sobrecogedor, acude a consolar
a los propietarios que han visto arder sus dudosos negocios. Eso fue
antes del fin,
cuando el tiempo arremolinaba horas de sobra en un torbellino
acústico y la música funcionaba como solución y reto. Antes de que los
niños aprendieran a coger un arma.
Ahora estamos en plena clase de filosofía. Jordan trata de explicarse: ¡el
parque no existe! Si decimos
que el parque contiene todo lo que hay, debemos considerarlo un objeto,
pero para tomarlo como tal,
no podemos sino ubicarlo en un marco de referencia que pasa a ser un
objeto distinto, fuera, por tanto, de la totalidad,
¿comprendes, Gris?
El ángel aplaude con las alas, los panes se multiplican espontáneamente;
dios arruina la juerga con una tormenta
bíblica. Ah, los poetas, celosos como sonetistas célebres,
aumentando sin medida la calidad de sus endecasílabos, desnudándolos de
licencias y sinalefas
grotescas. Pero su Musa tan débil, tan arcana, es como una diosa
griega, desinhibida y locuaz,
que les pone deberes, que deben comportarse como personajes de novela de
amor fou.
Jordan habita un desierto tras otro. Su poeta es un signo en la pared
de la celda, la grieta diagonal en el espejo, un cuerpo entero roto a
merced de la imaginación. Hoy, para comer
Historias Asombrosas y unos cortes del KRIT. El verso trae la primera
noticia: la luna
todavía sigue en pie. Luego, fluye para desasosiego de los artistas,
que lo arrullan en su lengua materna, lo acunan
entre plumas de oro, lo encofran para siempre.
Escampa, y el disco forma un estudio en la quinta avenida.
Ella lo explica: ¿ves?, el parque no existe, pero el jilguero sí.
No hay comentarios:
Publicar un comentario