relatos, apuntes literarios...

domingo, 16 de octubre de 2016

dylan-nobel


La belleza es una profesión. Su profesión. Se trabaja duro
entre los arrecifes de la biblioteca pública
–preámbulos, inmediaciones de Liberty Street–, donde los patos saltan al vacío. En el estanque
se rema como se escribe: a cuatro manos llenas; se canta sin voz, casi sin estro en la garganta. Cerca
de la luz, las barcas parecen luciérnagas que fumasen demasiado, el humo asciende compungido
como un antílope sin tierra, un cielo sin clamor (sin glamour).

Estudiada hermosura. Para ser bella tienes que leer:
            
             El Diario de un Escritor
             La Trilogía de Deptford (oh, sí, esa misma)
             Todo Roth (Henry)

(para empezar)

Jordan solo ha leído. Le falta aún, ¡lo que le queda!, todavía es tan joven para ser más bella.

sus labios son así, sangre de rosa
sus manos, aire roto entre la piel
su boca, un nido que se arrima al fuego/nido que se arroja al mar

Porque su alma se perfecciona bajo la llama azul de la misericordia. Tiene un poeta bajo sus plantas
y lo riega con calma y sin cariño, ¡es tan joven para el sentimiento!
Ahora la educación absorbe todo el tiempo del tiempo, es un limbo en esencia
que no admite lapsus ni batallas perdidas.

             si tus padres crackearon de chicos en un sórdido país del bronx
             fueron hechos prisioneros
             se hicieron abogados para cambiar el mundo

El parque es forjador de espíritus ingenuos. Como los niños no van a clase (son de otra clase). Siempre hay
alguien rezando en los portales. Medios de comunicación que informan de la última epidemia.
Un espejo en cada sombra (para mirar atrás). Hoy, Jordan: en su aniversario. Modela un juguete de cristal, una pipa
larga, espiritosa. Hoy, Jordan: ha practicado su furtiva alquimia, ha visto un ángel de papel
que volaba en un trozo de mañana. Esta noche lo volverá a ver. Certezas que se consumen como cajas de munición
(y dice Marlon James que nunca sobran balas en Jamaica). Curioso es que la droga ha dejado de ser un espejismo;
el tráfico se fortalece per se: aguadores, busquimanos, heroínas de barriada. Estas leyes de plata se vulneran solas,
formidables agentes, traficantes puros y flexibles. La belleza esnifa su dosis a la puerta del colegio,
los padres se ofrecen como caramelos a la puerta del colegio, luego pasa el camión de la basura.

Jordan cursa el Dylan-Nobel: seis meses en el puto centro
del dolor. Memoriza todo Dylan en una flor cortada y tan preciosa como un as de corazones,
una flor maltratada por la vida. El futuro es así, tan hermoso como el rostro invisible de la muerte.




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