Este amor se desmorona, hace aguas en la escena intratable
de su propio misterio. No basta con soltarse el pelo; Jordan se ha
llenado el corazón de humo.
Es mejor el silencio, pero la voz se repone, lanza su potestad oblicua
contra el trono
mínimo donde se resigna la náusea y el sentimiento
adquiere el tono lento de la creación.
La escena resume la elegancia del tiempo. Hace tiempo que todo ha
terminado de repente: los abrazos, la tibieza
cursiva de la atmósfera, los besos rotos como el cristal desnudo,
drusas de papel. La sombra
ha contaminado el enfoque del cuadro; los pájaros ya no le sacan
espinas a la oscuridad, no se libran
de cometer infinidades. ¡Oh, injusta!, naturaleza mezquina que compromete
nubes y ofrece solamente claridad y arrojo. Es en los ojos donde expira
la secuencia origen del espacio,
cesa su paulatina conversión en un seno vacío, sin voz más allá de las
tinieblas.
Aquí moran el infierno y el ángel. Alas de fuego que recobran la salud,
rayas de azufre y píldoras de indiferencia. Dios cobra por su
protección como un extorsionador curtido, un mafioso
cualquiera. La música: hay que pagarla. Jordan ha pagado sus bases
religiosamente y ahora se regodea. No tiene por qué llevar un arma,
pero la lleva. No tiene por qué
llevar un alma cuando asalta el paraíso.
Viajar a la ciudad desde el parque caótico e indescifrable, ¿cómo sin
tomar el tren!
Meteóricos trenes silban la marsellesa apenas tocan su raíl de
invierno (novísima estación). En el andén,
el viajero deslumbra con su maleta perfecta, su aura contracultural. El
poeta se alumbra con un zippo
birlado, tirita por la vía innecesaria: se ha roto las gafas tirándole
piedras al espejo.
También la muerte cuesta abajo se derrumba, deja de ser divertida, se
hace
rara, muestra su perfil más cómodo y chocante, como decir hiriente,
hirviente, hosco, demasiado
inteligente para determinada forma de pensar, casi dulce en comparación
con otros lances
especiales. La experiencia anda confiscando sueños con una red
atrapa-mariposas. Los cuerpos
promedian un pasado diverso, dispuestos a la enfermedad y el
desarrollo. En esta zona el parque se recita de memoria,
los chicos respiran ansiedad si les miras a los ojos.
Vamos a ver a los novios. Alguien ha dicho te amo: aunque no estuviera
mintiendo, es difícil de creer.
Suspendidas las palabras en una hamaca de sentimentalismo insano, esta
absurda creencia en el peso nuclear
de las verdades, su gravedad pudiente. El amor se ha cobrado otra
víctima (a su ritmo);
viene dando patadas en el pecho como un cigarro puro, un policía de
barrio,
un funeral en medio del cotarro del Rap.
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