Crecer en el gueto literario (de la interioridad). No asomar el
pescuezo
en las tertulias, permanecer incólume (sin comentarios) Hay un cráneo
algo deteriorado sobre los hombros de la bestia, que ha vuelto, ha
desandado pasos y paradas,
tiembla tras su invisibilidad, todo lo espía. La bestia criminaliza los
versos demasiado
elegantes, ansía una retrovisión (si ha de ser). Las correcciones, tan
oportunas como una salva de aplausos,
facilidad de palabra o escritura casera, directa al corpachón. El gueto
literario
se caracteriza. Cojones y carácter, otra hipocresía; es el aborto de la
realidad,
nadie corta el cordón umbilical que une la obra con la percepción
errónea del sueño, el salmo
de los corifeos, la jodida introspección peninsular.
Verso y patrocinio. Rap y cadenas fónicas, tartamudeando, afónico
como la tosferina. El hombre anuncio de Repsol, a pleno sol, Ripley
malhumorado;
sombra de lo que fuera. Ahora sale Jordan… Paciencia. Se conoce que
ella:
baila mejor que Janelle
pinta mejor que Janelle (es una
artista en funciones)
ama mejor
Los árboles no dejan ver el por qué. El parque ama mejor que Janelle,
es una característica
tuya. Donde proliferan los implantes holográficos, una estatua tímida
de la bestia en plena acción de sabotaje poético.
Suceden pinceladas de otra gama, cuadros interiores o escenas de sofá.
El poema es una autoforma
que se disputa las sobras de la confusión, basura malpensada. Jordan
cree que toma café,
sabe lo que toma, sabe lo que fuma. Escribe en un cuaderno retirado de
la circulación, su lapicero dibuja en silencio
probabilístico, anota una versión libre de la famosa capilla:
dios en su peor momento. Los ángeles le chivan al oído, le soplan la
verdad (signifique lo que signifique). La verdad,
en horas bajas, es la tónica de la actualidad, y su literatura. Paraíso
para qué.
En esta zona del parque la bestia es esa gran desconocida, no se
tiene constancia de su garra,
la importancia histórica de su grupo folk, tan salvaje. Aquí duele más
el hip-hop que la conciencia. La lucha de clases
ha terminado por igualarse en un caldo primordial de sudor y lágrimas, un
taco de vergüenza,
los colores del arco iris remordidos de sangre, de tumba en tumba la
paloma de la clac. Quién sabe por qué los capos
se llevan bien, comparten ideología, fascistas
que matan por un quítame allá esa sonrisa desdentada. Jordan se da un
aire
a la chica que es –no del todo exagerado– posee una imagen que no
cambia de filo, su poema concluye con una genuflexión;
honor y gloria, la fábrica del arte a medio gas, la familia del muerto
en el exilio,
ella en el cielo con los ojos cerrados para ver lo que no hay.
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