Ya el monasterio se distribuía por el cielo a sendas brazas
exageradas de altura
y sobre los yelmos enemigos y su hastío. En el sueño, años atrás, la
bella Filipa arrimaba su corcel a las metáforas
sublimes organizadas en torno al amor y sus ardides, sus balcones,
mausoleos
y alcobas vírgenes divididas en cuentos que relatar junto a las llamas
del alba.
Ni la historia era suficiente para el campo;
el parque respiraba otro desmarque, otra demencia fabulosa harta de
componendas,
pactos y refritos. Los muchachos disparaban a la menor extravagancia
que les ocurría, cualquier
suceso práctico era susceptible de despertar a la bestia
arrodillada en la capilla del ángel.
Jordan mientras tanto en su función de ronda,
desnivelando el futuro con una sucesión de atardeceres protestantes,
nítidos y rústicos a partes desiguales,
algo brutos con esa música de trapisonda tan poco transparente y tan
aupada.
Dijo el poeta que Jordan se miraba en el espejo
cuando encontró la puerta y que su hallazgo fue una reliquia seguida de
un recuerdo, como una sinrazón hecha paciencia;
intervino entonces el silencio empleando una panoplia de colores
románticos
con sus respectivas sombras alicaídas. El desencanto también ofrece
zonas alegres a sus espectadores,
palcos y butacas de platea.
Destacaba el portal por su encanto múltiple y sus ventanales.
la corriente que se hacía capaz de arrastrar un barco modesto o una
locomotora, cuánto más una bestia
enjaezada convenientemente, dispuesta al trote como al hipódromo. En el
verso utilizado para abrir,
lucía majestuosa una deliberada figura retórica de infinitos quilates;
esta llave
venía oculta en el bolsillo interior de la guerrera del ángel y era
también dorado, también
oscuro, casi contagiado de las palabras anteriores a la guerra.
Así que Jordan vive. Es una matrioska sabelotodo
o una muñeca chicana. Ahora fuma en el reflejo del agua con el tiempo
de su parte; hay una onda que nunca menosprecia
su hermosura, la transporta y hace ver su minuciosa dote, la forma
regular de sus promesas, el denso
participio de su lengua coral.
Pues viene en el lenguaje, no es necesario buscar en otro manantial la
fuerza; el amor
puede escucharse cada noche asomada al vacío explicando el daño
que le hacen, la piel que siente,
los ojos que lo ven dándose un beso
durante una furiosa eternidad.
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