El cielo estaba oscuro y, sin embargo, llovía;
¡rómpete, Ángel!, ¡hazte ahora! Now. Oscurecía de pronto y las notas
consumían oxígeno con avidez
paranormal, un ser romántico agusanaba las flores, las manzanas
y el verbo en nombre del señor.
Para el verso, incontaminados, inmaculados ángeles biliares
con la vesícula intacta, divinos órganos suyos intocables. Autores de
librerías y conciertos, de museos y paradas militares,
alados vínculos, desertores de una legión áulica, primos del paraíso.
El carmen
vibra con las pisadas neutras, sin peso alguno, de sus estandartes.
Ella ha volado de nuevo y su montaña
resurge, habita conciencias con su tamaño general, es un país
detenido en la gloria.
Por el parque pasan coches con matrículas falsas, banderas de
conveniencia,
repletos de noticias también falsas, también inconvenientes. Nadie los
ve pasar, apenas una leyenda
urbana, el mecanismo simple de la próxima ensoñación.
Mirad hacia arriba y vedlo: el árbol o el balcón, no ambos a la vez; no
es un certamen poético,
se trata de descubrirla en su momento, en una balsa relajante y tímida,
algo oscura desde luego, algo tensa, tenebrosa,
de incluirla en la frontera de la realidad, donde los pensamientos se
precipitan al vacío
(nulo y verdadero) del olvido. Puede llevar un vaso en la mano, las
uñas pintadas de color azul,
el mítico color del combustible de una nave espacial, un color
veraniego a pesar de los hielos en el vaso de vidrioso azul.
Ella ha sido diseñada por un formalista en rehabilitación, que ya no
toca el método,
está limpio como una patena en cinco dimensiones y está como los
chorros del oro incluso en aquel pliegue invisible,
indetectable, replegado sobre su propia incredulidad y su propio
calvario, su libro de memorias y su hagiografía desnortada. Pero ella
es hermosa como el amor que sabe a tulipán de fresa
y se comporta bien.
A todas horas el ángel necesita alimento (o es un cuervo); no dan
abasto los rapsodas mudos de la industria, los rappers
naturales (exceptuando al KRIT y sus discípulos); su belleza debe ser
representada
sobre la nadería del ápice con un pincel de silencio, sobre la luz con
una comba de felicidad;
en el centro de la noche, como un árbol o un balcón desiertos, llenos de
vida, es decir, tan bellos
como una esperanza pisoteada.
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