Angel afianza sus raíces, descalza como viene; ella es la que inspira,
la que se desmorona sobre la tierra fértil, y se deja caer como una
bendición, otra clase de lluvia y de gorjeo,
cierto revoloteo de pequeñas alas t-o-s-c-a-s. Su lenguaje topa con la
ladera, el bosque plantado en la montaña
rusa de las emociones (son nuestras emociones), con la pálida montaña y
su estatura marcial,
su compostura y su estado, choca con el silencio que se (nos) impone y
con la ausencia razonable de dios.
Angel es un poema que ha vuelto a nacer, se ha rehecho en medio de todo
tipo de anomalías,
ha salido con fórceps de la imaginación de la mañana, ese territorio
dulce de las contracciones
y la luz.
Fertilidad es la palabra y cómo la suplican los quicios de las puertas,
los balcones extendidos por el aire, la forja
misma de la historia repetida. Tanta gente sin recuerdos, tanta épica
fascinante entre ladrones, la puesta en escena en los márgenes del
egoísmo de la mejor
obra del espíritu, su magnífica egolatría representada en un bosque de
piedra,
arena dura y simplificaciones acerca del peso del agua en las manos curtidas.
Esta cruda melancolía parece difícil de entender,
ardua tal y como un incendio provocado por el sol que se levanta,
mitigado por la noche inmediata y culpable;
el ángel sin zapatos de gamuza, sin maquillaje –como Alicia–, su
hermosura
flota a tres o cuatro metros de altitud describiendo un paisaje
moderno de naves espaciales y torres de babel.
Milagros como rápidos cohetes, espectáculos certeros, crepúsculos controlados
descritos en tres o cuatro líneas de programa,
espejos decimales construidos a favor del viento que se atasca en el
marco de la iglesia,
que rompe en fracciones las campanas y surca el infinito celo de la
autoridad celeste.
Comedidos actos que desafían logros infantiles, las especulaciones más
introvertidas, crean de la nada
artilugios y canciones, crían animales sin origen
y sintetizan partos en su prosa dogmática.
Oh, terrible abogada del Arte, Angel probable, mérito casual; planeas
un edificio común, pero esto es lo que arraiga:
una catedral de sombras, un pasillo cortado, un puente de estatuas y
carruajes,
la serenidad que preside la fuerza, la voluntad que asume compromisos
de hierro y levanta secretos como
pájaros de niebla. Esto es lo que triunfa: el doloroso misterio del
alma frente al mundo
[cercada de futuro y soledad].
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