Más tarde, hubo un funeral;
no como el de Marieta (no hubo tantas flores). Pero se paralizaron los
ganchos, las fosas dejaron de cavarse,
nadie profundizaba en los razonamientos,
los magos dejaron de saltar en busca del séptimo cielo.
Recorría los senderos un aire beatífico-incensario, una procesión
carmelitana
de sombras en relieve, vehículos subterráneos con la piel cubierta de
llagas metálicas y canciones especiales.
Una manifestación nacionalista de duras trabajadoras infatigables,
gente que llevaba su dinero en cajas de cartón. No. En su lugar, el
desfile fue rápido, sistemático,
indiscreto pero silente, apenas los jilgueros acompañaban el repicar de
los lirios (always putrefactos). Geranios: No.
Plantas carnívoras o humildes plantas de flores insidiosas, perennes
pero a punto de deshilacharse
en hebras de color café, litros de leche materna.
Dioses que partían crismas con arrojo, impartían su doctrina del
milagro en recesión.
Cuántos acariciaron la miasma misma del misticismo, su estancamiento
escolástico,
tal dialéctica parda de maravillosas aflicciones,
escenas correosas de semana santa y calor.
El milagro primero tenía que producirse en el interior de una joven
como J.
Más tarde, hubo un funeral y los muchachos pasearon la imagen de una
prostituta, de nombre Sofía, con un simple pañuelo
anudado al cuello. Sin banda de jazz ni coro miserable, ni coro
compacto de voces
blancas, célebres voces de cantantes de góspel y cantantes de jazz como
Anita Baker, sin ir más lejos.
Yo también hago milagros, dijo el mago horas antes de
morir. He ahí el milagro de la muerte
sin resurrección, sin correcciones, dijérase. Dios instigó
a un ángel entonces, se lo enviscó a las multitudes como si de un perro
rabioso se tratara, mas no tuvo en cuenta
(vago por más que omnisciente) la idiosincrasia de semejante caso
aparte,
dicho ser casi divino llamado Angel Haze.
Así se rompe la insistencia regular de la respiración, por poner un
ejemplo, se traba la secuencia
principal y hasta el sol reinicia su modus operandi, se reordena y
gesticula
mucho a una altura desinhibida y cruel (a su manera cruel).
Jordan se reía (ja-ja) porque el acto mirífico había fallado como una
escopeta de feria
o no había dios. Lo que sí apareció fue la humareda consiguiente y no
el incendio, la deforestación artesanal, el verso
escrito en un papel de fumar smoking-rojo. Porque el poema seguía en
modo
funerario y grotesco, y las muchachas no bailaban aún a pesar de la
música interna y el ritmo
volumétrico de las contracciones.
Y todos se reían de la mala suerte de los magos,
cuando Angel tañía el epitafio de la monotonía y los finos jilgueros
olisqueaban flores a punto de
caer en el falsa conciencia de Elohim.
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