relatos, apuntes literarios...

lunes, 29 de mayo de 2017

2 jilgueros reales


Jordan ha creado. Cree. (Que) los poetas que usan el punto y seguido siguen
escribiendo menudencias. (Que) su obra es monstruosa, en gris, y trasciende. La crítica epiléptica de H. Park
obtiene un gran placer de la descalificación, la desfloración mesiánica de los primeros
esfuerzos. Minusvalorar y entrar en trance, ofrecer la belleza es hacer una ofrenda en la tumba de Keats,
una ofrenda brutal. El alcance se muestra consuetudinario,
desbroza materiales nada turbios, equilibra promesas con su incontinencia.

Su fotografía preside la belleza del local, la casa de apuestas adquiere un aire noctámbulo y meditabundo,
es como si todo el mundo en su vasta cabeza de alfiler. Ella no sonríe
de tan ensimismada, parece
ensimismada con el mundo que no existe al sur de la 1treintay6? (una frontera conceptual).

Gris ha crecido como un husky adoptado
en las calles. Por la calle corre un hop devastador, invade los portales donde las chicas aprenden a besar,
ahoga los negocios de la santidad pública. La avenida se prolonga más allá de lo deseable,
pisa terreno movedizo, pasa a tu lado. Más allá, arden los cubos de la basura, los contenedores
contienen apagadas siluetas y mondas de naranja.

Ella creía en el triunfo, estaba
preparada para una acción demoledora: con los brazos en cruz, en sus manos se posaron dos jilgueros reales.
Al color de la luna los relatos aumentan de tamaño, pergeñan historias sin final feliz
cuyos héroes aprenden su oficio en los portales.

Jordan ha ondeado un pañuelo
azul y la entera nocturnidad del milagro ha sucedido de pronto
ocultando proezas y honrosas victorias. El poeta contaba los segundos con su ábaco –esto es básico– limaba la superficie
del tiempo aturdido por tanta insolación. Tanta inspiración: de ver pasar los vapores
por el río a descubrir el alma de la naturaleza,
o la naturaleza.

Es el verso con su propensión a desquitarse, desnudo como si ella-así-descalza, introduciendo un sesgo
espiritual en cada movimiento, cada pausa, cada tropo extraordinario. Ah, un ángel perece; se ha tirado una moneda
al aire, ha girado durante una eternidad (y su pronóstico). Las chicas
someten a debate el amor y determinan una ensalada de rosas como balas de plata. Ahora, el arte
falla un tiro de tres para ganar la cancha y el estado y todo se concilia mientras el balón
describe su metáfora y afianza su estilo decadente.



Matt Black. Fort Yates (North Dakota)

sábado, 27 de mayo de 2017

armisticio en la 116


Los haters de la calle ciento dieciséis se han propuesto odiar en comandita. Lástima que ya no haya
calle 116; se hallan en mitad de un gran universo verdeazulado, pleno de ondulaciones
gratificantes, ocupado por árboles y vegetación profusa no-amazónica: las cacatúas (todo hay que decirlo)
viven demasiado. Odiar es fácil cuando falta comida en el plato,
cuando la música discurre retadora,
o faltan aspirinas.

Una creación aterradora se eleva desde el pozo en que se ha convertido la conciencia
colectiva. Los chavales gesticulan subidos en sus tablas de skate, hay una fontanería que desatasca
corazones con eficacia gremial. Amar es tan fácil
cuando la música destiñe las fachadas, quema nubes
de algodón. Y los días de autos chocan entre sí, vehículos de una debilidad común.

Jordan podría haberse roto el astrágalo si hubiese
tenido mala suerte. Pero ha ganado mil pavos en la timba de la esquina, ha pisado una tarántula,
mientras ciertos espíritus napolitanos surcaban el verano
silbando tarantelas de difuntos.

Es domingo en el parque, o qué más da. El punto es que las chicas se han arreglado y los chicos se han desarreglado
para la ocasión, ¡que no hay baile! No se puede bailar
ese ritmo tan archisabido, fuera de la melodía de Angel Haze, fuera del vigor automático del KRIT.
El milagro sucede ante los ojos extenuados de los paisajistas,
divididos en comunidades filantrópicas, corrientes y movimientos
sin restricción aparente en sus dogmas (y sin solemnidades).

Ramas bajas a ras del cielo, hojas secas de un verdor profundo y azulado, flores capaces. El poema
reside en esta casa de hojas miserable, en este Walden de verdor americano, rodeado de amores que perduran,
odios y formidables ausencias. Para hablar de la ausencia
se necesita una mesa, y el pan encima de la mesa, una dignidad protagonista.

Se han pronunciado tantos poemas: el de Jordan, el mejor. Ha puesto el arte encima de la mesa
con sus migajas cinema verité, sus capuletos y sus montículos pardos, hondos
agujeros de gusano para Alicia. Su escritura ha sido práctica, es la praxis y el estudio, un comienzo vulnerable
hacia el pasado eterno y sus bondades sonoras, la música del planeta
ejecutada por un coro de meteoros divinos. Cuando la calma es tan perfecta
que semeja un armisticio y los versos se tantean
antes de entrar en combate.




jueves, 25 de mayo de 2017

terapia ocupacional


No menos de ciento diez psicólogos espían al poeta por la mirilla de la puerta,
tratan de discernir la sintomatología propicia, discuten el diagnóstico, se agolpan
y observan el síndrome por riguroso turno.

Las pruebas para elegir a la Musa del parque no fueron sencillas,
tampoco complicadas. Las cualidades precisas habían sido establecidas: el pelo negro y la personalidad, los ojos negros
y los labios (rojos), la forma de besar (imaginaria), el arte principal, el verso
nuevo. Un jurado compuesto por más de doscientos poetas del reino, todos en tratamiento
psicológico, fue encargado. Al final, muy al fondo, solo quedó uno;
solo quedó ella para tanta verdad.

Para tanta belleza, una verdad afín, la misma del amor vuelta del revés, atolondrándose en el proceso;
una sola verdad libre como el cielo encanecido,
devorándolo todo con la voz.

Por el camino cuántas se perdieron en el drama: Rosario antes de Janelle. Ángeles hubo (no Angel Haze)
que compartieron galardones, fueron estrellados contra la realidad y su verde tapiz; chicas nativas
espaciales, finas como un paso de baile, armas fundamentales de la conciencia, voces
irrepetibles larvadas de silencio. Ellas, propietarias de sus cuerpos,
protegidas apenas por un espejo inerme.

Esto es lo que hace el poeta ante la atenta mirada, el escrutinio poderoso de la ciencia, la utopía
colectiva de un centenar, al menos, de profesionales sanitarios. Está cobrándose un pasaje OuLíPico-no-borgiano
restringido por la mirada auténtica de Jordan,
que siempre ofrece un destino y un itinerario.

Funciona; las letras forman letras hollywoodienses, se transforman en letreros luminosos que pueden verse a millas
de distancia. La funcionalidad del poema estriba en que puede captarse o reiniciarse a voluntad. Hay un perro,
hay un relato gigante para la posverdad y sus aliados, la posenfermedad y sus manifestaciones alérgicas.

Jordan el día de su Victoria fumando un cigarrillo, obrándose con cautela
un primer milagro, descalza como Cenicienta,
con ganas de ballet y de batalla, orgullosa del fuego de su acento, firme en la claridad de su cintura. El verso
ha comenzado sin la voz, sin aire en los pulmones; solo es cierto el amor, que fluye como si fuera un incendio en medio de la noche.




domingo, 21 de mayo de 2017

cuatro estrellas


Nostalgia, como una culebra, algo que se retuerce por el suelo,
entra en el cuerpo y forcejea, se aletarga,
luego entona un silabeo suave que no tiene principio.

En algún lugar, la calle se adueña de los cuerpos, las calles
se sacan cuatro estrellas de la manga:
toca obedecer. Ya puedes advertir a tus hijos, escribirles un libro para que no se olviden de las cuatro estrellas,
de las cuatro cosas que son la vida: el campo (x3) y el color. El color es misterioso,
determina un nítido rumbo, es una invención por los siglos, no se siente.

Sabido es que por el parque hay muchos objetos de los que preocuparse; se encuentran
ritmos preocupantes, habitantes pavorosos, gemas diurnas,
hologramas y un aire retro de modernidad. La ventaja es que las chicas leen a Gombrowicz como quien se lanza a respirar,
leen a Maya Angelou antes que tú, leen entre las líneas de la mano
y siempre hallan la muerte en diagonal.

Tampoco es que el poema pueda evitar la destrucción, no está en su mano; es un sinsentido
provisto de largos dedos, extraordinarias venas, vetas
de amor. Ahora es posible reducirlo a una sucesión de números primos, o sea, un algoritmo con seudónimo, lo facilita la clara
polisemia, que abarata el canje (lo que no implica grave pérdida). Entonces llega un policía del tiempo
y te abre la cabeza porque no conoce a Basquiat. Y eso es todo lo que
debes saber sobre el poema.

Oyes, sin embargo, la risa argentina de Noname y te enamoras en el acto. Te vinculas,
saltas de un vehículo en marcha y ves las estrellas en la hombrera puntiaguda del diablo.

Un ángel viene a salvarte. Jordan en pleno, desintegrándose desde Highland Park hasta tu espacio, tu barrio natural
donde brillan los pájaros y las ramas abundan como clubes sociales,
hogares protegidos. Ella siente una nostalgia simple por el arte,
verbigracia, se sostiene apenas sobre una forma literaria.

Ya se puede escribir una novela rosa en términos de Amor. Inunda el océano la sangre
derramada. La música es un remedo de la sangre, mancha de púrpura
los oídos, un dolor que no se quita con un beso, que arde en la piel del alma como un sueño
que cegase la luz de la verdad.



miércoles, 17 de mayo de 2017

del pensamiento al arte


Alma para qué os quiero. A tiempo hay que correr. Detrás
viene la noche con esa luna rota del espejo, esa piedra estrellada contra el sol. Nadie tiene una canción
para el momento, la banda sonora de la huida es un rasguño,
el chocar del hueso. Se produce una bisutería emocional tan ordinaria que no agrada;
deambulan los ojos usando el método transiberiano, la extensión
agraria americana, fieramente soviética, la escapada visual, el terremoto de la inteligencia aplicada al vacío.

Un ruido se estremece también cerca de la zanja, cuántos reinos oculares
vigilan la indolencia del tránsito, su torpeza inicial; entre ellos, cierto gran poder opuesto al terror,
inclinado hacia la eficacia y el proselitismo. Cualquiera que relance un mensaje cualquiera
y resucite después de haber vivido.

Ángeles hubo que recordar, que trasladar del sueño a la ignorancia, del pensamiento
al arte. Se escrutaron los cuadros decadentes de pintura huraña, trazos como bosques laminados, altas espigas
ciegas a la luz. La forma en su deseo más escéptico, el fondo de una cuestión
insostenible. Las alas viajaron a su velocidad particular, su raudo amanecer, el desaliento
de las chimeneas, el runrún de la roca y la salvaje historia de cualquier no-lugar. Fueron cometidas
virtudes capitales, travesuras de nata y de limón, deslices infantiles (y atropellos capaces).

Jordan –ella– es. [Resaltadlo]. Formula su petición de mano a la marea y el milagro se angustia;
hornea un libro de Ozick, pero comprende la dimensión exacta de la literatura que inunda los estantes
perfumados, la caja fuerte de la joyería convertida en alcoba. Nombre
para qué os quiero. Seres nominales, cuerpos estrafalarios a merced de una mansa corriente
(porque ya no llueve mucho que se diga por el éxodo).

Así que todo esto era el amor, la sucesión ininterrumpida de banalidades, el procedimiento
degenerativo, la victoria de la contrariedad. Burla burlando, el aire transmite
matices de una pragmática parda. Es preciso
interiorizar el miedo como un trámite, distinguir la mandíbula asesina del bocado celoso. Depende de la mirada,
no es lo mismo un vistazo que un avistamiento, la belleza
que la realidad. De nuevo, ella quiere un alma para sí, aunque sea sin alas, aunque sea sin alma
y sin demonio.




lunes, 15 de mayo de 2017

para j. el amor


Para J. el Amor es el Banco de América. Un punto de riqueza,
algo recóndito, el secreto mejor guardado de la metanfetamina. La cámara acorazada
se sumerge en un plano de luz, el cristal aguarda cierta epifanía, la mínima explosión capaz de autorizar la entrada
al turbio espacio del caballero con su lanza térmica, las chicas
prófugas de dios.

Aquí el parque atañe; es una inmensidad de pátina enrejada. El suburbano
aguanta las embestidas cínicas de la dispersión. El único balcón habitable está ocupado: es frecuente
verla asomada con toda su indumentaria, unos binoculares,
un arma semi-automática. Su piel aduce que, tal vez, fuera el sol,
pero el sol es una sombra dedicada a filtrarse y los ángeles
son mártires sin patria, gente desnuda, ágiles firmas de la noche.

Mil pájaros han sido asesinados por una multinacional hundida en el océano; cuervos como sicarios de una mafia
inmortal. Para Jordan el amor.
Para J. el Amor es una fuerza arrinconada, innatural,
es una religión antigua como el viento que tumba campanarios, barre el esqueleto común de los templos
esculpidos en ceniza. Solo un palco de hierba, un sendero forrado con la hierba del green del dieciocho:
moqueta en el pasillo, moqueta en los aseos, moqueta hasta en el cielo
minado por la lluvia. En vez de Amor.

El parque es tan inmenso como una encrucijada; aquí no existe un norte,
ni queda sur al sur. El verso se imagina una carrera de bólidos en llamas, encuentra el eco sombrío
de una protesta, la huella autografiada de la carga policial, esa brutalidad de los montescos,
gatos divinizados y perros sin correa.

Tomarse unas cervezas: eso es amor. Pero Jordan no tiene sed ahora; ahora
mira hacia una población de nubes blancas, se bebe el agua y el color. Ha pintado un fresco inocente sobre la cara
B de la Luna. Hoy no ha tenido que saltar. El verbo describe los sueños como una película
cortada: el campo resulta amenazador, es demasiado
intenso, con sus trenes en el olvido, sus gajes del oficio. Mientras, se ha hecho de noche en el poema,
como siempre. Y esto que pasa eternamente, para J., como siempre, es mucho más que Amor.




viernes, 12 de mayo de 2017

siempre sobre mojado


Monotemática lluvia ocupa sus cuadrantes, desinfecta también las gargantas desnudas,
disuelve la pintura de los cuadros, se multiplica por mil casualidades. Esta enumeración
extenuante resulta extenuante, pros y contras, la majestuosidad
vegetativa de las instituciones, el enjambre azorado de la luz. Descripciones
acústicas de fenómenos completos: esta es la música,
estos, los micrófonos que atoran el cauteloso designio del espacio ideal. Una voz marca las diferencias,
se agota antes que el poema pero no deja de auscultar el panorama

Procede de un pecho combatiente; su mirada asiste a una escuela de color
fundada por el aire, se engrandece, vive. La belleza disfruta su periodo de carencia, busca un electricista, echa
chispas de puro voltaje, desautoriza el pasado.

Por ahí se adivina una silueta moderna, ¡es Jordan!
que presume de rango, trunca otros movimientos, lo vuelve todo oscuro; suyo el paroxismo de la claridad, suya la pulcritud
del contraste. Lleva en la mano un vértice que gira
como el mundo, es una cumbre que deja pasar el miedo, pero no persevera. La montaña
que ves se come las colinas, aloja bosques en sus párpados, recorta falsos ríos
y se imagina océanos de polvo.

Hasta los huesos, con esa dimensión de su carácter, ese ensañamiento metodista, como un ángel
cableado. Ella en el preciso momento en que el agua define su entropía. Cae por su propia carne, cobra vida hasta el beso.
En su mano sujeta el fantástico hilo de la realidad, la cometa de Marte. Y cuántos precipicios excava con su risa,
qué abismos no ejecuta con su llanto.

Jordan se ha prohibido los espejos, se ha cortado el cabello luminoso y sangrante; ya no se peina
sino con témpanos de fuego, no sueña sino con páginas en flor. Otro verso la conduce, otro verbo derriba
su cintura, concibe más distancia. Sucede que en verdad ella es el ángel débil y contento, ¡constan tantos milagros en su fama!
(termómetros que estallan de alegría). Y el asfalto ya no permite el paso de la noche,
ni los perros aúllan su estampida. Ahora siempre hay un tren que perder en silencio;
un rayo de luna que predice la forma de otros cuerpos lava su incendio en las baldosas rotas de la eternidad.