Alma para qué os quiero. A tiempo hay que correr. Detrás
viene la noche con esa luna rota del espejo, esa piedra estrellada
contra el sol. Nadie tiene una canción
para el momento, la banda sonora de la huida es un rasguño,
el chocar del hueso. Se produce una bisutería emocional tan ordinaria que
no agrada;
deambulan los ojos usando el método transiberiano, la extensión
agraria americana, fieramente soviética, la escapada visual, el
terremoto de la inteligencia aplicada al vacío.
Un ruido se estremece también cerca de la zanja, cuántos reinos
oculares
vigilan la indolencia del tránsito, su torpeza inicial; entre ellos,
cierto gran poder opuesto al terror,
inclinado hacia la eficacia y el proselitismo. Cualquiera que relance un
mensaje cualquiera
y resucite después de haber vivido.
Ángeles hubo que recordar, que trasladar del sueño a la ignorancia, del
pensamiento
al arte. Se escrutaron los cuadros decadentes de pintura huraña, trazos
como bosques laminados, altas espigas
ciegas a la luz. La forma en su deseo más escéptico, el fondo de una
cuestión
insostenible. Las alas viajaron a su velocidad particular, su raudo amanecer,
el desaliento
de las chimeneas, el runrún de la roca y la salvaje historia de
cualquier no-lugar. Fueron cometidas
virtudes capitales, travesuras de nata y de limón, deslices infantiles (y
atropellos capaces).
Jordan –ella– es. [Resaltadlo]. Formula su petición de mano a la marea y el milagro se
angustia;
hornea un libro de Ozick, pero comprende la dimensión exacta de la
literatura que inunda los estantes
perfumados, la caja fuerte de la joyería convertida en alcoba. Nombre
para qué os quiero. Seres nominales, cuerpos estrafalarios a merced de
una mansa corriente
(porque ya no llueve mucho que se diga por el éxodo).
Así que todo esto era el amor, la sucesión ininterrumpida de
banalidades, el procedimiento
degenerativo, la victoria de la contrariedad. Burla burlando, el aire
transmite
matices de una pragmática parda. Es preciso
interiorizar el miedo como un trámite, distinguir la mandíbula asesina
del bocado celoso. Depende de la mirada,
no es lo mismo un vistazo que un avistamiento, la belleza
que la realidad. De nuevo, ella quiere un alma para sí, aunque sea sin
alas, aunque sea sin alma
y sin demonio.
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