Crítica de un verso de Wislawa Szymborska. Pastoreamos nubes por la
escalera hasta el cielo;
también se puede criticar a WS, pero sin aspavientos mercenarios. A las
nubes no les importa el cielo,
ellas son cielo errante y se comportan como deben incluso cuando
no lo hacen, y llueve.
Lo suplente, es decir, el suplente de lujo, lo importante, en una
palabra, es el nombre artístico;
un ejemplo: Anita Megabyte. Con resonancias hindúes,
literarias y más. Jordan es un estratosférico ejemplo también de lo que
se puede construir alrededor
de un nombre electrizante como un tiro de tres. Aquí potenciamos los
nombres propios
con cierta escandalera, provistos de cierta masiva producción
algorítmica de índole viral. El parque exige modificaciones
dramáticas constantes; un perro para rellenar el espacio entre Lyons y
etcétera. Una marca de Caín
en cada página, la extinción de una raza de superhombres y superwomen,
con sus estilosos supercríos
cantando archivillancicos en fechas entrañables.
Veamos: Anita Megabyte es una muchacha que les hace la competencia,
viene a hacerles la competencia
a otras anteriores chicas-milagro que, tal vez, han desperdiciado su
oportunidad de obrarse a lo bruto
realizando alguna curación de impacto, alguna multiplicación culinario-nupcial
o apertura de mares bravos, o demostrando
su infeccioso entusiasmo: una buena reordenación urbana,
con reclasificación de parcelas expropiadas incluida.
Anita sorbe por una pajita su batido de fresa (que no lo hay) y mira a
las nubes que se desmoronan
en cuadrículas apretadas o invisibles; el parque le es ajeno y teme a
los perros que se le acercan como drones bucarestinos,
teme a la luz del sol como una gran vampiresa Carmilla. La soledad de
un nimbo procedente del Sol
atrae sin duda la tolerancia de los seres nocturnos, almas gemelas (sin
pecado).
Jordan se frota la herida; con ingravidez poética, asciende. Su pelo
negro forcejea con las faldas
del espacio, de golpe, mortifica varios versos. Aluniza en un clap
condescendiente desde su posición indecorosa,
tremenda con su poco de nostalgia acelerándose en alas de un ritmo proletario
armado en las cloacas del paraíso. Las flores se le derraman por el
último esqueje victorioso, su flow es una máquina
que arrastra multitudes, miles de personas, cada una con su infinito en
el costado,
pro-ta-go-ni-zán-do-se.
La gente muere sucesivamente, como en fila india (según WS). Impugnamos
la profundidad del campo precedente,
nos rebelamos ante tal atrocidad del firmamento. Somos mártires de la
custodia experimental,
científicos falaces, campesinos ingratos; nos debemos al rigor de una
línea recortada.
Somos poetas, y somos tantos que no hay Historia para retenernos: ni
siquiera escribimos de milagro.
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