Cada minoría étnica comprende su literatura esencial, encierra un
corpus dramático de primer orden
(o en el parque así es). En el parque todo son minorías:
está la minoría de qué color, está la minoría que observa su color a
través del prisma del café, está la minoría
orgullosa de su historia revolucionaria. Y está la minoría alada de los
ángeles.
Tenemos un clavo, pues. Para colgar el cuadro del recuerdo, para hacer
frente a la monotonía de la religión. Los libros
ocupan una pared que se extiende por todo el oeste del cielo, todo un
sur
bajo la tierra. El autor obra milagros con una tiza y un ramillete de
ideas emperradas. En la casa de empeños
pueden adquirirse a buen precio lo mismo una ilusión que una diatriba o
una correspondencia epistolar
entre dos museos de carne y hueso, puede obtenerse una reflexión sin
genio
o una onda de conocimiento.
Las muchachas han alquilado un bungaló con piscina para el gato. El
tejado es a dos aguas
(¡si nunca ha llovido!) y la puerta estilo masía de Miró, es decir,
estilo transparente una altra cosa. El arte se difunde, es
difundido por una patrulla aérea de copilotos en trance de no ser,
paracaidistas y monaguillos,
labradores, cultos pero en el ostracismo.
Todo arte minoritario sirve para: poner la mesa, servir el café, ondear
una bandera más allá de lo estrictamente
necesario. Ahora hay mesas que se ponen solas (¡ponte, mesita!),
tazas como tribunales,
pedazos de tela titulares del poder de un dios.
El blues se acuerda de la ficción letra por letra, pero olvida la
realidad con pasmosa
eficacia; diáconos a la guitarra eléctrica, espectadores que forman un
coro inolvidable. No hace falta enseñar los muslos
para componer un poema conceptual, pero el ombligo es diferente, es
otra opción, otro camino
hacia las perfecciones. Un verso delicado, pensado hasta el disparate, reflejo
de un comercio sin futuro. El caso
es comportarse en toda la extensión de algún comportamiento positivo.
Rosas que disfrutan de su ángel procedente, procesal y algo promiscuo,
experimentan una suerte de cadáver exquisito
sentimental, a cuatro manos padecen y se alegran, a cuatro manos hacen
su trabajo.
La rosa es un tesoro (está en el aire), promete tiernos soliloquios,
palabras encendidas y sórdidos
abrazos. Firma la paz de los corazones, pero escarba en el humo y solo
encuentra tierra bajo la tierra devastada.
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