El poeta indaga en su deceso, resuella ante la sangre, discute las
heridas
o portea –uno de los cuatro– su ataúd barato. La muerte es una
bendición; nace sin estrépito ni bandas
locas de Nueva Orleans, algo después de Auschwitz,
después de Georgia.
No se puede vivir después de
Georgia, queda un regusto a lápiz en los labios,
un secreto puro de la espalda, la
irracionalidad y sus contratiempos, y su tiempo y su tiempo inacabado, su
eternidad
fingida. El verso es una condena solo
para la masa
deprimida y solemne, para creyentes
con una rodilla en tierra y hombres que se lanzan de camiones en marcha.
Después de Georgia, toda espalda
es un plano del futuro, una maquinación
bien estudiada; ¡conspiremos! Ya
que dios ha decidido ausentarse de la noche y las sombras prometen
confianza. El terror acaba
condicionando la genética,
los pueblos terminan por
dislocarse aquellos huesos propios de la mente,
viajan sin soporte hacia la nada
(cargados de revólveres).
América es un virus de sí misma,
el continente zombie entre un muro de hielo y un muro imaginario. América
se muerde y se contagia, usa una
bandera sucia para cortar la hemorragia de justicia.
Cuando los cuerpos recuerdan el
silbido del fuego y las manos no encuentran su línea en el trabajo,
y las palabras van vaciándose de
orgullo,
deshaciéndose en gritos. Y los
ojos…
Ver a dios en una bala cruda de
algodón, retenerlo en la memoria (rojo como un coágulo, tan fácil).
En el porche, en el espejo, al
otro lado del mundo, sin poder esconderse de las innovaciones y los hechos
cruentos, el espectáculo del
hierro, la cruz de la madera y ese afán
democrático ideal que no concede
límites a la edad ni el sexo, que no le pone puertas a la muerte.
Siempre es el campo. ¡Ah!, campo
de extensión improvisada,
edénico y salvaje. La plantación
es un nudo que luego se dilata hasta el pasado, te agarra por los pelos
y los sueños. Ahora el poeta está
muerto y sus letras no escenifican sino la pobreza del aire,
su alegría es un vórtice de culpa
y su verso es un pacto de silencio.
https://youtu.be/Y0ltyRwnkFE
ResponderEliminarGeorgia. .
ResponderEliminarY las dos carolinas
En efecto, Domingo. Curiosamente, en los tiempos duros de la esclavitud, la cosa pintaba bastante peor para los negros en Carolina del Norte que en la del Sur.
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